El pasado 31 de enero Aeromarket publicó una nota titulada “Una amable reunión en la ANAC” en la que se informaba sobre el encuentro del director de la revista y portal Aeromarket con la Lic. Paola Tamburelli, a poco de ser designada administradora de Aviación Civil y casi un mes y medio después de la asunción del actual gobierno.
Aquella reunión generó entusiasmo. En la oportunidad la funcionaria confesó que su expertise no era la aviación general sino los convenios internacionales relacionados con la operación de las líneas aéreas, sin embargo, la nueva titular del ente regulador se mostró ávida por saber más sobre la aviación civil y se comprometió a trabajar para su desarrollo integral. Así las cosas, Aeromarket recomendó apoyarse en el Consejo Consultivo de Aviación Civil (CONAV). Días después se convocaría al ente colaborador a una presentación formal de la administradora. Diversas circunstancias hicieron que las reuniones no continuaran. Cuánta razón tenía el lúcido José Ortega y Gasset al decir: «¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal». En definitiva eso es lo que pasó.
Luego vino la pandemia y lo que todos han vivido, dentro y fuera de la aviación. El virus tapó toda ineficiencia y es difícil saber si Tamburelli hubiera resistido en el puesto si no fuera por él. Su ineficacia, sus lealtades o una combinación letal de ambas, váyase a saber, fueron –y son– catastróficas.
Hay cientos de acciones que podrían haberse llevado a cabo para atemperar las dificultades que venía soportando el sector y las que suma el COVID-19, pero no hubo iniciativas porque aquel interés primigenio nunca fue tal o porque el foco de la gestión siempre estuvo en otro lado. Lo que emergió evidente es que la ANAC (y todos los resortes aeronáuticos en manos del Estado) respondió a las órdenes de la conducción de Aerolíneas Argentinas y en menor medida, a los gremios.
Dado que el principal objetivo de la aerolínea “embanderada” fue desarticular lo que se denominó la “Revolución de los Aviones”, había que ejecutar ciertas acciones. El ideólogo de la estrategia que debía llevarse a cabo fue el geógrafo Gustavo Lipovich, pero los cronogramas se vieron alterados por el SARS-CoV-2 y sus consecuencias en la industria aeronáutica mundial. Lipovich había expresado en reiteradas oportunidades una visión sobre el transporte en general que no se asemejaba en nada a la dinámica del mundo prepandemia. Sin embargo, la crisis sanitaria estaba ahí y los objetivos básicos del plan debían ser alcanzados. ¿Cuáles eran?, pues el cierre del aeropuerto de El Palomar; la desaparición forzada de Austral; dinamitar cualquier acuerdo entre los empleados de LAN Argentina con la empresa –a pesar de que la mayoría aceptaba las propuestas de la empresa a su gente en toda la región–; la renovación de la concesión de los aeropuertos del Sistema Nacional (hasta ahora no se conocen detalles de los términos del nuevo acuerdo), el prolongado cierre de vuelos y avanzar para que Aeroparque sea un aeropuerto exclusivo de Aerolíneas Argentinas –versión que emergió con fuerzas la semana pasada– fueron algunas de las acciones que en los hechos asfixiaron al transporte aéreo privado nacional y extranjero que en algunos casos claudicó en seguir operando en o a la Argentina, y en otros lo
sigue haciendo casi en coma inducido. A propósito: las obras de Aeroparque son muy importantes sería mucho para una sola empresa sin financiamiento.
Lo que subsistió de la aviación general y trabajo aéreo, que tanto parecía interesarle a la licenciada Paola Tamburelli, lo hizo por su propia fuerza vital o por la necesidad pública de sus servicios. Esto pudo verse en las operaciones de repatriación de ciudadanos, vuelos sanitarios y, sobre todo, la aviación agrícola que fue clave en su rol de sostén de la producción de alimentos, la lucha contra las mangas de las langostas, las plagas del mosquito Aedes aegypti que trasmite el dengue, zika y chicungunya y el combate de focos de fuego en campos y sierras durante la larguísima seca que padeció más de medio país.
Las escuelas, muchísimos talleres y otros servicios, en cambio, fueron diezmados en sus posibilidades de sobrevivir por una inactividad injustificada y una insensibilidad casi despiadada.
En cuanto al funcionamiento de la ANAC en casi todo el año, la fuerza laboral del ente se desempeñó fundamentalmente a distancia, pero con muy poca auditoría que comprobara fehacientemente cómo se realizaba ese trabajo o sin plan basado en objetivos. Como dijo el Presidente, “el mérito no es el camino al crecimiento”.
Sería injusto no reconocer que hubo lo que bien se podría denominar una burocracia efectiva que trabajó bien y, en algunos casos, denodadamente. Es algo así como un tercio de la planta, generalmente integrada por funcionarios de trayectoria sin nexos con partidos políticos y que además sospecha de las luchas sindicales y sus caciques. Son argentinos que han demostrado reiteradamente tener a la aviación en las venas o simplemente se honran a sí mismos al cumplir con su deber. A ellos un agradecimiento enorme ya que son funcionarios esencialísimos con o sin pandemia. El otro tercio responde al “quemeimporta”, y el resto fue, es y será un agujero negro que, como en el cosmos, absorbe todo lo que está en sus inmediaciones.
El año que termina ha sido pésimo y el que comienza hereda la misma incertidumbre. Que nada volverá a ser como fue está claro, pero la pregunta paradójicamente esperanzadora y angustiante, como un oxímoron, tal vez sea si lo nuevo será construir hacia el futuro y no entorpecer el desarrollo de lo que ha sobrevivido o esperar que la inacción y la resistencia anacrónica al cambio mate lo que aún se mueve.
Se verá.
Me pregunto si no estamos condenados a desaparecer como país.