La pandemia del Covid19 puso a prueba a la humanidad en muchísimos aspectos, algunos nuevos para nuestra civilización como fue la enfermedad en sí y su rápida distribución global, pero otros eran bien conocidos, y sólo requirieron (o deberían haber requerido) una puesta a punto o un aumento de capacidades.
Entre estos últimos, la distribución de las vacunas fue un tema que se pudo prever desde muchos meses antes de que éstas estuvieran listas para ser distribuidas, lo que dio a los responsables de la tarea tiempo para prepararse. Éste fue el caso de Argentina que, desde un primer momento, anunció que retiraría sus vacunas de Moscú por sus propios medios.
Estos viajes, en ese momento, no tenían precio de mercado, por lo que la discusión que se abrió sobre su costo no tenía sentido, pero lo cierto fue que disponer de modo irrestricto de la flota de Aerolíneas Argentinas fue útil para el país. Dicho con términos algo pasados de moda pero no perimidos, fue el ejercicio del poder aéreo argentino.
Seguramente podría haberse hecho de otro modo, pero ésta fue una solución eficiente para un requerimiento que tuvo sus particularidades, en especial, la falta de previsibilidad de las fechas de los vuelos, un tema siempre crítico.
Pero una vez llegadas las vacunas al país las cosas cambiaban. El reparto de las mismas se hizo lento y se formó un cuello de botella que hoy supera los diez millones de vacunas sin distribuir.
Cuando esta cuestión se hizo crítica y llegó la hora de dar explicaciones, la ministra de salud atribuyó estas demoras a las grandes distancias a recorrer, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
Y, a esta altura de la historia, esas explicaciones son inadmisibles, porque la Argentina tiene un sistema aeronáutico estatal formado por una empresa aerocomercial, de magnitud, una organización de fomento aéreo, muchas direcciones provinciales de aviación, componentes aéreos de las fuerzas de seguridad y una fuerza aérea. Son más de cien aeronaves, basadas en casi todas las provincias, con capacidad para distribuir vacunas en todo el país.
Si todo esto no alcanzare, el sistema privado incluye dos empresas aerocomerciales privadas grandes, varias empresas de vuelos no regulares con diversas especialidades, muchas de trabajo aéreo y un montón de aeroclubes. El tonelaje seguramente es inferior al estatal, pero es algo que existe y está disponible.
Todo esto está cimentado en un sistema de 467 aeródromos y 126 helipuertos habilitados, de los cuales 31 están concesionados.[1]
Muchas veces se ha dicho que Aerolíneas Argentinas ejerce la soberanía, que LADE cumple una misión de fomento, que las aviaciones provinciales están para atender cuestiones sanitarias, que las empresas privadas sirven a la nación en casos de emergencia, que los aeroclubes están para atender las demandas de sus comunidades y muchas afirmaciones parecidas.
Si esto fuera cierto, hubiera sido muy sencillo hacer llegar las vacunas a todas las ciudades importantes del país y desde allí llevarlas hasta muy cerca de su destino final en cuestión de horas. No hay ninguna capital de provincia que esté a más de cuatro horas de jet de Ezeiza y, aun aceptando que hay algunas limitaciones, hay capacidad con los medios oficiales para llevar vacunas a aeropuertos menores que tampoco estarán a más de cuatro horas de vuelo en Twin Otter o Cessna Caravan. Las provincias y las fuerzas armadas y de seguridad tienen varios de estos aviones y, si no fueran suficientes, las empresas privadas y los aeroclubes podrían colaborar con el estado en la tarea.
Obviamente habrá tramos que se tendrán que hacer en camionetas, quizás 4×4 y hasta a lomo de mula. Eso es un sistema de transporte multimodal del que tanto se habla. No es despreciable usar mulas, lo incorrecto es usar mulas cuando hay que usar camiones o usar éstos cuando corresponde usar aviones.
El gobierno entregó el tema del transporte desde Ezeiza en adelante al transporte terrestre, que hizo lo que sabe hacer y lo hizo bien, pero con tiempos terrestres. Nadie pensó en usar el recurso aéreo de que dispone el país para hacer la distribución de las vacunas, y el discurso oficial se enredó con las enormes distancias que hay que recorrer y la extensión de la Provincia de Buenos Aires, sin tomar cuenta de que 800 (EZE-CPG) o 2.400 kilómetros (EZE-USH) no son un problema para una aviación bien operada.
El tiempo que hubo desde que se supo que habría que distribuir las vacunas hasta que éstas llegaron al país hubiera permitido hacer todos los aprestos necesarios para estos movimientos.
Adicionalmente, Aerolíneas Argentinas anuncia cada tanto el lanzamiento de su brazo carguero. La última vez fue en mayo del año pasado, en una carta del presidente de la empresa a sus empleados informando las medidas que se tomarían como consecuencia de la pandemia, pero hasta ahora no hemos visto casi nada. Trasladar vacunas dentro del país hubiera sido un buen modo de lanzar el servicio.
La triste idea que nos queda, es que la Argentina —o sus funcionarios— no creen en el transporte aéreo o no saben para qué existe, o carecen de la capacidad necesaria para coordinar un evento de esta magnitud.