Una visión aeronáutica para salir de la cuarentena

Una enseñanza a partir de la "Hazaña en el Hudson". Rómulo Chiesa y Diego Karl*

El objetivo de este breve artículo es pensar si las experiencias aeronáuticas que nos dejaron accidentes como el del Río Hudson, podrían ser utilizadas en Argentina para salir de una manera rápida, previsible y ordenada, de la nueva cuarentena administrada decretada el pasado 10 de abril de 2020.

Como muchos recordarán, aquella tarde fría del 15 de enero de 2009, el vuelo 1549 de US Airways que despegó del aeropuerto de La Guardia, en Nueva York, con destino a Carolina del Norte, con 155 personas a bordo, terminó acuatizando en el Río Hudson luego de ingestar una bandada de gansos que inutilizó sus turbinas.

Los hechos del accidente fueron contados en el best-seller “Hazaña en el Hudson”, que a su vez motivó al maestro Clint Eastwood a realizar la película “Sully”.

Salvando todas las diferencias entre las responsabilidades que debe asumir un Presidente ante una emergencia como el COVID-19, y las responsabilidades que asumió el comandante Sully, la visión y los principales procedimientos aeronáuticos ante una emergencia nos parecen dignos de describir para que eventualmente sean replicados, en este caso por la política argentina.

En primer lugar, frente a la emergencia del Hudson, el comandante del vuelo preparó y ejecutó un plan.

Pero es imperativo entender todo lo que debió suceder previo a la ejecución “ante la emergencia”.

La aviación generó durante décadas formatos y procesos de mitigación y administración del riesgo inherente a la actividad del vuelo, convirtiéndolo en uno de los transportes más seguro.

¿Cómo lo logró?

Los pilotos son formados desde el día cero para tener que enfrentar situaciones imprevistas que requieren una acción urgente y asertiva. Eso se va logrando con estudio y entrenamiento constante, con el objetivo que ante la eventualidad, solo tengan que ejecutarse en forma acertada los protocolos ensayados hasta el cansancio, incluso ante situaciones tan salidas de la normalidad como la del caso Hudson, donde el piloto en esa época, no estaba entrenado para aterrizar un avión en el río.

En aeronáutica denominamos esta situación como “startle factor”, significando “factor sorpresa o de sobresalto”. La etapa de estudio pretende mapear mentalmente escenarios, datos, contextos diferentes, que lleven a los pilotos a discriminar los datos indispensables de los otros secundarios.

Luego, se llevan a la práctica escenarios simulados y disímiles, que provocan la toma de decisiones tomando lo estrictamente necesario para una ejecución efectiva y sin demora.

Tomando los conceptos del libro “The Talent Code”, Daniel Coyle explica cómo las sistemáticas prácticas ordenadas, repetitivas y de creciente dificultad o demanda mental, hicieron en la historia que grandes hitos se alcancen, con personas altamente calificadas pero, por sobre todo, entrenadas.

Volviendo al caso del capitán Sully, en el contexto de su plan, escuchó las opiniones y sugerencias de la torre de control sobre las alternativas para el aterrizaje con el objetivo de poder tomar una mejor decisión aunque, por su experiencia y conocimiento de la situación, sabía cuál era su destino, el Hudson.

Su plan establecía prioridades (fijadas en un check list) que fueron aplicadas con mucha disciplina, sentido común y evitando el multi tasking de modo tal de lograr concentración únicamente en lo importante.

El plan tuvo como punto saliente el trabajo en equipo, que permitió la evaluación de performance de quién lo estaba ejecutando (en el caso de Sully, su tarea estuvo constantemente supervisada por el primer oficial quien manifestó que no hubiera dudado en observar las decisiones del comandante si consideraba que las mismas no eran adecuadas).

Otro de los temas importantes del plan fueron las comunicaciones precisas y asertivas, de modo tal que las personas que estuvieron a bordo del vuelo estuvieran prevenidas de lo que estaba sucediendo.

Por último, las personas designadas para actuar de conformidad al plan (la tripulación), lo hicieron con diligencia, dedicación, siguiendo la cadena de mando y transmitiendo constantemente el concepto de la solidaridad entre los pasajeros.

Desarrollar los conceptos comentados o agregar otros específicos que también son aplicables a las emergencias aeronáuticas excedería el propósito de nuestro artículo.

Nuestra intención es que el Presidente y su equipo sepan que pueden contar con una visión aeronáutica que por su entrenamiento resulta ser un método eficiente para transitar la emergencia y con ello salir de la forma menos traumática posible de la cuarentena.

Y para ello, como en el caso del Hudson, se necesita un plan de modo tal de evitar la improvisación, desarrollado por expertos, que fije prioridades que sean aplicadas con disciplina y sentido común, con comunicaciones muy asertivas que den previsibilidad a la población; y ese plan tiene que ser ejecutado por un equipo capacitado para la emergencia permitiendo evaluaciones de rendimiento y ejecutando las decisiones según la cadena de mando.

Para concluir, la preservación de la salud de nuestros conciudadanos es la prioridad; de eso no nadie debería dudar, pero ciertamente sin una economía pujante que permita al sector privado volver a ponerse de pie no habrá salud.

Así trabaja la aviación ante una emergencia.

* Los autores son socios de MACK Aerospace (www.mack-aerospace.com).
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