En la anterior entrega mencionamos que los cambios culturales harán por un tiempo más o menos largo que los aviones con pasajeros a bordo tengan tripulantes humanos. Esto no debe llamarnos a confusión, porque la intensidad del proceso en curso es importante y un día las aeronaves comerciales volarán solas. Veamos por qué tenemos que prepararnos para lo que se viene.
La aviación ya está en la “era 4.0”. Los cockpits son testigos del ritmo de la evolución tecnológica digital. La tecnología en el procesamiento de datos y comunicación se instalaron para facilitar (y reducir) la tarea de los pilotos y hacer más eficiente el vuelo. Pero los cambios no se circunscriben a la cabina sino que se expanden a todos los rincones de las aeronaves. Aleaciones, comandos que transmiten señales por fibra óptica, satélites que “observan” los vuelos y ordenadores que los posicionan y separan, son algunas de las partes de la revolución.
Los indicadores instalados en los paneles de control ya antiguos fueron reemplazados por pantallas full color de cristal líquido que resumen la información y la hacen más visual que numérica, lo que significa una síntesis que facilita el vuelo. La labor de los pilotos y los controladores también evolucionó para proporcionar al vuelo una eficiencia y seguridad que hace 30 años sólo estaba en los filmes de ciencia ficción.
La sistematización y prolongación de las redes de seguridad ya son elementos cruciales para el seguimiento de las aeronaves en vuelo, lo que posibilita una dimensión más estratégica que táctica en las operaciones.
Hoy las aeronaves cuentan con cientos de computadoras que interactúan entre sí; por caso, los primeros modelos de la familia Airbus A-320 tenían (y tienen si siguen en servicio) cerca de 190 microprocesadores que “pulian” y hasta resuelvían diversas situaciones de vuelo, incluso sin que a veces los pilotos tomaran conocimiento de ellas.
Un avión como el Boeing 787 Dreamliner produce 1 terabyte de datos en cada vuelo, lo cual ayuda a ponderar la cantidad de información que se procesa. Los aviones son cada día más inteligentes y su autogestión más amplia y eficiente.
La dinámica es sorprendente si se considera que un Airbus A320 como el aludido anteriormente, trasmitía unos 15.000 datos de vuelo, mientras que un A350, no mucho tiempo después, elevaba esa cifra a 400.000. La recolección de esos datos no tendría ningún sentido si no se analizaran, por lo que estimar lo que significa semejante procesamiento es algo que casi escapa a las posibilidades humanas aunque su resultado termine en manos de personas que toman las decisiones finales, al menos por ahora.
En aerodinámica los ensayos digitales optimizaron los dibujos con perfiles más limpios y perfectos; los materiales combinados, de plásticos con fibra de carbono, kevlar y estructuras de titanio, entre decenas de compuestos, son un ejemplo, ya distante en el tiempo, que redujeron peso y dotaron a las aeronaves de multifuncionalidad al reemplazar rigideces por flexibilidad y sumar tolerancia al daño, disminuyendo las posibilidades de corrosión y fatiga, lo que a su turno redunda en economías que permiten idear nuevos servicios de transporte al mercado por menor precio.
En materia de motores la revolución es importante. Un turbofan moderno hoy cuenta con más de 5000 sensores que generan constante y vital información que alarga su vida útil y mejora el uso de combustibles, además de posibilitar un mantenimiento programado y preventivo que ahorra recursos y reduce exponencialmente las posibilidades de fallas.
Esta nota, que sólo aspira a plantear someramente la evolución tecnológica que se vive, esboza fugaz e imperfectamente lo que sucede en una aviación que expande sus funciones en la sociedad como pocas veces se ha imaginado. Prueba de ello son los avanzados proyectos de transporte aéreo urbano y vuelo eléctrico autónomo, entre otros desarrollos aéreos que cambiarán la forma en que se concibe la aeronáutica. Por eso, observar en un pantallazo algunos mojones en el proceso puede ser muy revelador para tomar conciencia y prepararse.
A manera de conclusión, vale observar el pronóstico del ingeniero aeronáutico español Vicente José Gómez Molinero, quien dividió los avances de la aviación en materia de eficiencia energética –una de las más desafiantes necesidades que plantea la corriente ambiental dominante– en dos grupos, a saber: las tecnologías evolutivas y las tecnologías revolucionarias. Dentro de las primeras, las evolutivas, señaló que los nuevos motores y avances aerodinámicos en lo que se denomina flujo laminar natural que reduce resistencias, hará que el vuelo sea entre un cinco y un diez porciento más eficiente. Estas tecnologías están en el proceso de incorporación a la aviación actualmente. La optimización de los sistemas inalámbricos en las aeronaves proporcionarán para 2025 entre un 1 y 3 por ciento de ahorro energético. En 2030 habrá nuevos motores que permitan reducir el consumo de combustibles en un 30% respecto a las plantas de poder actualmente utilizadas. Las tecnologías más revolucionarias, el segundo grupo, se verán a pleno alrededor de 2035, con la aparición de fuselajes sin ventanas, que ahorrarán entre un 5 y 7 por ciento de energía y el uso de motores híbridos y nuevas alas, que aportarán una reducción del 35/40 por ciento. Los avances no terminan ni terminarán nunca. Para 2040, dice Gómez Molinero, las aeronaves serán totalmente eléctricas (100% energías renovables) y alas y fuselajes de los aviones serán deformables, lo que permitirá reducir costos entre un 8 al 10%. Otra baja del 30 al 50% se dará gracias al diseño de aviones con fuselaje y ala integrados y los denominados “doble burbuja” que por ahora son dibujos digitales en computadoras.
Quedan muchas preguntas sin responder y en siguientes notas compartiremos la información disponible que se difunde desde centros de investigación, universidades y fabricantes.
La frase por la que más se recuerda al filósofo Heráclito es que “nadie se baña dos veces en el mismo río”. El pensador, que vivió unos 500 años antes de la era cristiana, quiso resumir con esa sentencia que todo cambia y nada permanece, que el devenir humano fluye como un río. Es cierto que hoy el río se ha vuelto impetuoso, pero también apasionante. Habrá que ver dónde se ubica el género humano respecto de lo que está ocurriendo. No hay dudas de que muchos están entre ansiosos y desesperados, pero tal vez lo mejor sea aprender a cambiar y acompañar los acontecimientos tan rápido como sea posible. Lo mejor está por venir, pero tenemos que hacer el esfuerzo de ponernos de acuerdo para sacar provecho de todo lo que la ciencia nos proporciona para vivir mejor, sin descuidar la libertad que nos hace tan creativos, ni olvidar esa dimensión espiritual que nos ayuda a pensar que las fronteras son límites mentales ficticios y que todo es trancendente.