Hoy hay una ola de cambios bastante generalizados hacia la apertura económica y el mercado, pero durante muchos años las personas fueron convencidas de que la nacionalización y/o estatización de la economía era el mejor modo de garantizar bienestar, sin embargo, a lo largo del tiempo ha quedado demostrado que el control del Estado lleva al empobrecimiento, indigencia y hasta el colapso de las sociedades.
La nacionalización se deriva del error de que el gobierno o el Estado tienen el derecho de tomar la propiedad con o sin compensación de actores privados por razones que consideren suficientes. Un ejemplo destacado de la India es el de Air India, una empresa privada fundada en 1932 como Tata Air Lines, que operaba sus rutas para obtener ganancias de sus emprendimientos. A pesar de los desafíos iniciales de esa compañía en aquel tiempo inicial de la aviación comercial, la aerolínea se benefició de la ventaja de ser pionera en el mercado indio, por lo que fue considerada como una empresa de futuro prometedor. Desafortunadamente, en 1953, la India nacionalizó todas las aerolíneas, incluida Tata Air Lines. Esa medida, inicialmente aplaudida, atrasó a la industria de la aviación india durante varias décadas. Lo hicieron con el pretexto de garantizar que la India seguiría teniendo buenas aerolíneas, pero el efecto fue todo lo contrario. Las dificultades de la aerolínea quedaron expuestas a la vista de todos después de 1994, cuando la India permitió nuevamente las aerolíneas privadas. El gobierno siguió apoyando a Air India durante años con el argumento de que el gobierno proporcionaría estabilidad en el mercado de las aerolíneas en contraposición a la volátil industria privada, pero años de pérdidas constantes financiadas porla ciudadanía finalmente se volvieron demasiado para el gobierno, por lo que en 2021 se resolvió privatizar la aerolínea. La conclusión luego de tan prolongada intervención estatal fue que si el estado se hubiera abstenido de actuar, la aerolínea podría haber sido significativamente más competitiva o, por lo menos, se hubiera evitado financiar absurdamente sus pérdidas.
Los burócratas del estado casi nunca están más calificados para dirigir una empresa que los empresarios que eligen arriesgar dinero y dedicar tiempo y esfuerzo a sus proyectos. Sin embargo, eso rara vez ha impedido que el Estado quiera hacerse de empresas en funcionamiento simplemente porque las quería y tenía los medios para capturarlas por la fuerza. Los países que sientan un precedente de violación de los derechos de propiedad de esta manera indican que son un entorno inestable para los negocios.
Un ejemplo de lo que no debería hacer el Estado es Venezuela. Allí la economía del país empeoró progresivamente a medida que el Estado nacionalizaba empresas. El gobierno venezolano nacionalizó el acero, la agricultura, la banca y el petróleo, ese fue su camino hacia la eliminación de gran parte de las empresas privadas y, en consecuencia, la posibilidad de prosperidad en su nación.
En Vietnam, los socialistas colectivizaron la agricultura y fue un desastre del que sólo se salió después de una desregulación significativa y varias reformas de mercado que abrieron el camino hacia el crecimiento económico. En todas partes abundan los ejemplos de la pobreza que genera un Estado empresario.
A pesar de la historia de cómo la intervención del Estado tienden a conducir a una degradación de las condiciones comerciales en una nación, muchos de los que se oponen al libre mercado basan su argumento alternativo a favor de la presencia del Estado en la economía, en la creencia de que las sociedades pueden poseer ciertos recursos colectivamente y que de esa manera el Estado debe garantizar que no sean explotadas por terceros que sólo buscan su beneficio. Este es particularmente el caso de los recursos naturales como el petróleo, los diamantes o el oro que se encuentran en los países menos ricos, y de las aerolíneas, lo que fue cambiando progresivamente hasta casi su eliminación en la mayoría de los países del mundo.
Desde un punto de vista moral, las estatizaciones son dañinas porque violan los derechos de propiedad. Incluso si se descarta o se ignora la moralidad, las nacionalizaciones siguen siendo ineficaces e incluso contraproducentes para crear prosperidad. Son las acciones voluntarias, no las acciones coercitivas, las que en última instancia conducen a la prosperidad.