El pasado 27 de enero, las instituciones independientes del sistema republicano estadounidense mostraron que el sistema resiste al proteccionismo y muy especialmente a las visiones estrechas que suele expresar la administración Trump en sus decisiones de gobierno, ya que la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (ITC) votó unánimemente por rechazar las afirmaciones de Boeing de que sufrió perjuicios por las ventas bajo precio de mercado del CSeries de Bombardier en Estados Unidos.
La decisión significa un gran triunfo para la canadiense Bombardier que libra una doble batalla, por un lado la del proyecto en sí mismo y por el otro la traba comercial que pretendía establecer el gigante aeronáutico Boeing. La agencia de Estados Unidos rechazó imponer fuertes aranceles a las ventas del nuevo avión de Bombardier porque no encontró ningún dumping que perjudicara al fabricante local.
La decisión de la ITC llevó a que las acciones de Bombardier, que depende financieramente de las ventas del avión, subieran con fuerza el mismo día en que se conoció el fallo.
La agencia desechó además una recomendación del Departamento de Comercio, de imponer un arancel de casi 300 por ciento durante cinco años a las ventas del avión, de 110 a 130 asientos.
En un comunicado, Bombardier calificó la decisión como una “victoria para la innovación, la competencia y el estado de derecho”, para las aerolíneas de Estados Unidos y los viajeros.
El fabricante Boeing dijo se mostró decepcionado porque la comisión no reconoció “el daño que Boeing sufrió por los miles de millones de dólares en subsidios gubernamentales ilegales, que el Departamento de Comercio descubrió que Bombardier recibió”.
Seguramente la decisión de ITC despejará el camino para que la aerolínea Delta adquiera unas 75 aeronaves CSeries del fabricante canadiense que se ha asociado con Airbus para comercializar esta línea de aviones.
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