El debate público sobre el transporte aéreo ha ido creciendo con los años y hoy es un tema común que parece interesar a todos por distintas razones. Para algunos es un medio para hacer turismo relativamente barato, para otros es una fuente de trabajo, un símbolo de soberanía, una industria de alta tecnología, una herramienta para el desarrollo, y hay muchas definiciones más.
Pero el debate pronto deriva hacia el modo de lograr estos objetivos, el rol del Estado y de los particulares, la propiedad sustancial y otros que inevitablemente politizan la discusión. Claro que para animar un debate sobre cualquier tema, inevitablemente aparecen palabras y conceptos con cierto grado de especialización y, en este escenario, una de las más usadas es “aerolínea de bandera”.
Técnicamente, una aerolínea de bandera es una empresa designada por un país cualquiera para realizar un servicio internacional determinado, una transacción que se realiza en el ámbito diplomático.
De acuerdo con esta definición, no es necesario que sea una organización estatal y tampoco, en esta época de alianzas internacionales, que sea de la bandera del país que la designa.
Pongamos algunos ejemplos, Aerolíneas Argentinas, Flybondi y JetSmart son líneas designadas por el gobierno argentino para volar a Río de Janeiro, por eso, las tres son líneas de bandera en esa ruta. En este caso las tres son formalmente argentinas, pero una es estatal y el resto privadas. Brasil, por su parte, tiene designada a Latam, que es privada.
En otros ambientes como la Unión Europea, o en Chile, cuyas legislaciones son más avanzadas, se da el caso de que se designen empresas de otros países como líneas de bandera en determinados casos.
Entre nosotros se ha extendido la idea de que Aerolíneas Argentinas es la línea de bandera argentina porque es estatal, pero es un concepto equivocado, es línea de bandera por haber sido designada para hacer servicios determinados.
Si profundizamos el tema, la asociación entre línea de bandera y empresa estatal requiere condiciones imposibles de garantizar porque en primer lugar hay muchos países que no tienen empresas estatales y, además, hay rutas internacionales que pueden interesar a una empresa privada y no a una pública.
Ejemplos de empresas privadas que son o han sido líneas de bandera son Aerosur (Bolivia), Austral (Argentina), Avensa (Venezuela), Avianca (Colombia), Braniff (Estados Unidos), Cruzeiro do Sul (Brasil), Faucett (Perú), LAPA (Argenmtina), Latam (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Perú), Pan American (Estados Unidos), Panagra (Estados Unidos), Saeta (Ecuador y Paraguay), Transbrasil (Brasil), Varig (Brasil), y muchísimas otras, en todos los continentes.
Hay casos como el de Brasil, que jamás tuvo una línea aérea estatal y se manejó subsidiando a diversas empresas privadas según las particularidades de cada momento. La quiebra de Varig, en el fondo y en la superficie, fue una decisión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en su primer mandato, que sostuvo que no iba a seguir subsidiando a empresarios incompetentes. La Fundación Rubén Berta, formada por los trabajadores y propietaria de la aerolínea, pensó que el gobierno cedería y todo sería como antes, pero las cosas habían cambiado.
