La reciente colisión de un avión de American Airlines que aproximaba al Aeropuerto Ronald Reagan de Washington y un helicóptero del Ejército de los Estados Unidos ha exacerbado la discusión sobre la eficiencia de los servicios de tránsito aéreo (ATC). El debate no es nuevo, ya preocupa y mucho al Capitolio y fue parte de la agenda de Donald Trump durante su primer mandato presidencial.
Un poco de historia
El presidente Donald Trump anunció el lunes 19 de septiembre de 2017 que reformaría el sistema de control del tránsito aéreo de los Estados Unidos de Norteamérica (EE. UU.), al que consideraba dramáticamente obsoleto.
“En un momento en que cada pasajero tiene tecnología GPS en sus bolsillos, nuestro sistema de control del tránsito aéreo todavía funciona con radares y sistemas de radio terrestres que ya ni siquiera se fabrican, ni pueden repararse, y muchos controladores deben usar trozos de papel para rastrear nuestros miles y miles de aviones que están en el aire”, dijo Trump en la oportunidad.
La idea de Trump en aquel primer mandato fue que se hiciera cargo del servicio una empresa sin fines de lucro, que incorporara la más moderna tecnología. El modelo que observaba el primer magistrado y su equipo era el que había adoptado Canadá.
Aquel lunes, Trump anunció la iniciativa en la Sala Este de la Casa Blanca ante una multitud que incluía a ex secretarios de Transporte y entusiastas legisladores republicanos.
En 2016, los viajes aéreos habían sufrido una serie de episodios críticos, por lo que el presidente sostuvo que la actualización del control del tránsito aéreo debería reducir los retrasos innecesarios y mejorar la experiencia de vuelo.
Trump subrayó que el sistema de control del tránsito aéreo que tenía Estados Unidos estaba pensado para un mercado en el que volaban 100.000 personas, mientras que en la actualidad (2017) se registraba el traslado aéreo de 1.000 millones de viajeros, y que por los retrasos innecesarios y otros inconvenientes, la economía perdía alrededor de 25.000 millones de dólares al año.
En aquella oportunidad, según Trump subrayó que el sistema de control del tránsito aéreo que tenía Estados Unidos estaba pensado para un mercado en el que volaban 100.000 personas, mientras que en la actualidad (2017) se registraba el traslado aéreo de 1.000 millones de viajeros, y que por los retrasos innecesarios y otros inconvenientes, la economía perdía alrededor de 25.000 millones de dólares al año.
La propuesta de la administración Trump requeriría la aprobación del Congreso, algo muy difícil de lograr en aquel primer período de gobierno en que la oposición podía bloquear los cambios que no deseara avalar, y esa fue la suerte del proyecto de ley del Ejecutivo.
La propuesta que impulsaba Trump fue elaborada por el presidente del Comité de Transporte de la Cámara de Representantes, Bill Shuster de entonces, quien se inspiró en el modelo canadiense en el que la autoridad aeronáutica se mantendría en la órbita del Estado (Federal Aviation Administration en el caso de Estados Unidos), pero la provisión del servicio se hacía desde una empresa cuya junta de administración se integraba con representantes de las principales aerolíneas, otras áreas del sector productivo aeronáutico y representantes sindicales de los controladores.
En aquella oportunidad, la diputada demócrata por Nevada, Dina Titus, criticó el proyecto de Trump como “un plan mal concebido para entregar nuestro sistema de control del tránsito aéreo a una junta corporativa sin ninguna supervisión del Congreso”. Titus también advirtió que el plan de Trump podría dañar la vital industria del turismo de Las Vegas (ciudad del estado que representaba). “Con este mal acuerdo, el público no obtendrá nada a cambio de entregar miles de millones de dólares en equipos federales y el control de nuestros cielos a intereses especiales”.
Por su parte, el defensor del consumidor Ralph Nader advirtió que la propuesta de Trump era “demasiado vaga, demasiado exagerada y podría convertirse en un sueño para los piratas informáticos globales”.
Desde la industria, la mayoría de las aerolíneas apoyaron el plan reconociendo que todavía había que resolver algunos detalles, pero que estaban a favor del concepto por su potencial para hacer que el sistema sea más eficiente para los viajeros”, al menos eso es lo que dijo Hilarie Grey, portavoz de la aerolínea Allegiant Travel Co., que tiene su sede, justamente, en la ciudad de la legisladora demócrata, Las Vegas.
El sindicato de controladores de tránsito aéreo también apoyó en general la propuesta, ya que consideró que el actual sistema de navegación aérea de la Federal Aviation Administration era ineficiente; además, el plan de Shuster les daba un lugar para que los trabajadores tuvieran opinión en el directorio.
Antes de la llegada del magnate a la Casa Blanca, el presidente Barak Obama gastó alrededor de mil millones de dólares anuales en el programa de modernización de la FAA Next Generation, y hay consenso de que con ese dinero no se obtuvieron los resultados esperados.
Finalmente, la reforma del sistema de navegación aérea de los Estados Unidos no fue aprobada durante la gestión de Donald Trump que terminó en enero de 2021.
La era Next Generation
Según estimaciones de la FAA de mediados de la década pasada, el tránsito aéreo de EE. UU. crecería a una tasa promedio del 2,4 % anual entre 2016 y 2037, lo que preocupaba por la situación del control de tránsito que, a pesar de su importancia, exhibía una infraestructura poco competitiva en comparación con otros países desarrollados.
Desde la administración de George W. Bush, se trabajaba en un programa denominado NexGen (Next Generation) para desarrollar una infraestructura aeronáutica más eficiente. El programa NexGen se comenzó a diseñar en 2004, durante aquella administración, con un presupuesto total estimado en 20 mil millones de dólares. Se trata –ya que está vigente– de un plan plurianual a gran escala. En principio, el plan se basaba en 39 aeropuertos seleccionados por la Oficina Conjunta de Planificación y Desarrollo (JPDO), los cuales fueron escogidos a partir de su importancia para el mercado del tránsito aéreo estadounidense. El programa contemplaba oleadas de actualizaciones tecnológicas. A pesar de que la planificación fijaba que el programa empezara en 2004, su ejecución se demoró hasta 2013.
En 2014, se completó la primera ola de proyectos en varios aeropuertos grandes, como el Aeropuerto Internacional Hartsfield-Jackson de Atlanta (ATL) y el Aeropuerto Internacional de San Francisco (SFO). Desde entonces, NexGen ha seguido implementándose en otros aeropuertos, pero el ritmo de la modernización, que mostró mejoras, no ha logrado la eficiencia esperada.
Durante la administración de Joe Biden, el Congreso aprobó, luego de un largo debate, la Ley de Inversión en Infraestructura y Empleo que destinaría 25 mil millones de dólares para seguir con el programa de mejoras de la infraestructura de aviación destinadas a incrementar la eficiencia del tránsito aéreo, pero no hay demasiados indicios de que el sistema en manos del Estado logre las mejoras significativas que se necesitan urgentemente.
La mayoría de los operadores saben que el control de tránsito de los Estados Unidos requiere de cirugía mayor.
¿Volverá Trump a su idea privatista?
La aprobación del presupuesto para continuar con el intervencionismo estatal sería –y por ahora es– más de lo mismo. Mientras tanto, el sistema de control de tránsito aéreo sigue atrasado y con un enorme déficit de profesionales que impacta en la sobrecarga de trabajo que afecta la seguridad operacional.
La mayoría de los operadores saben que el control de tránsito de los Estados Unidos requiere de cirugía mayor.
La navegación aérea es un negocio que demanda inversiones constantes y rápidas en materia de tecnología y capacitación, pero en los Estados Unidos y otras regiones, siguen procurando resolver los desafíos con la misma burocracia que no ha sabido dar una respuesta que satisfaga la necesidad de eficiencia que la aviación requiere.
“… desearía que la (próxima) administración se centrara en el control del tránsito aéreo (… ) Me encantaría ver más contrataciones. Me encantaría ver una mejor tecnología”.
El 20 de diciembre pasado, Chris Edwards publicó en el CATO Institute, bajo el título ¿Debería Trump privatizar el control del tránsito aéreo? un artículo que asegura que el sistema estadounidense es: “… una burocracia anticuada llamada Administración Federal de Aviación (FAA). El sistema es anticuado, está mal administrado y se encamina hacia una crisis a medida que las demandas de la aviación se incrementan. La solución es la privatización (…) Un proyecto de ley inspirado en el sistema ATC privatizado de Canadá fue aprobado por el Comité de Transporte de la Cámara de Representantes, pero luego se estancó (…) y ahora tienen otra oportunidad de arreglarlo”.
Según Edward, “la directora ejecutiva de JetBlue dijo hace semanas que: ‘… desearía que la (próxima) administración se centrara en el control del tránsito aéreo (… ) Me encantaría ver más contrataciones. Me encantaría ver una mejor tecnología’ ”. El autor –insistimos que en un artículo publicado el 20 de diciembre de 2024– señala que “la falta de personal en las torres y el deterioro de los equipos son una preocupación bipartidista en el Capitolio”.
Un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de los Estados Unidos (GAO, por su sigla en inglés) descubrió que docenas de los equipos y sistemas del control de tránsito aéreo de los EE. UU. son obsoletos. Edward asegura que el experto en aviación Bob Poole “insta a una revisión, señalando que ‘innumerables estudios han demostrado que los sistemas de control del tránsito aéreo de otros países están mejor gestionados, mejor financiados y mejor equipados con tecnología avanzada’ ”.
Muchos creen, en base a lo que Trump prometió durante tanto tiempo e intentó hacer durante su primer mandato como presidente, que ahora volverá a insistir con la privatización del sistema. En esta oportunidad, cuenta con un congreso favorable.
Algunos de los que participaron de los debates para privatizar los servicios en 2018 aseguran que Trump cometió el error de despedir a mucho personal de la época de Bill Clinton que venía trabajando y aportando al proyecto de Shuster por no ser republicanos, lo que habría afectado las posibilidades de la iniciativa en aquel congreso. Por otra parte, hay muchos usuarios que no quieren que los servicios sean sacados del presupuesto federal porque significaría que tendrían que pagar por lo que obtienen por precios muy bajos o gratuitamente.
Consultas demócratas al secretario Duffy
En tanto se toman decisiones importantes, el Comité de Transporte e Infraestructura de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, dirigieron una carta al secretario de Transporte Sean Duffy, para que aclare qué va a hacer la administración con los planes en curso para modernizar el sistema y contratar y capacitar más controladores de tránsito aéreo, según los legisladores, la Casa Blanca está sembrando la confusión y el caos en materia de aviación civil.
Las últimas declaraciones de Trump
Trump ha realizado demasiadas declaraciones desde que sucedió el accidente el pasado miércoles 29 de enero; algunas de ellas se refieren a deficiencias del sistema, pero se alude muy poco a un cambio de paradigma estructural y mucho a otras cuestiones ideológicas que, si bien podrían ser motivo de investigación, no hacen a las dificultades que se observaban respecto del sistema. En ese sentido, las declaraciones de Nick Daniels, director de la Asociación Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo, dijo: «Los controladores de tránsito aéreo de Estados Unidos están altamente capacitados y calificados; realizan un trabajo increíble todos los días para garantizar que los pasajeros y las cargas del país lleguen a sus destinos de manera segura y eficiente. Trabajamos en silencio, pero eventos como este nos recuerdan el peso que soportamos». Es evidente que el sistema debe ser repensado.