Ryanair y un liderazgo a tener en cuenta

La impronta de Michael O'Leary • Por Luis Alberto Franco

Michael O’Leary es un tipo que siempre dice lo que piensa y por esa actitud ha ganado detractores, sin embargo sus actos suelen estar perfectamente alineados con lo que manifiesta en palabras. La opinión de los demás no parece importarle mucho, tal vez porque sabe que su fortaleza radica en enfocarse en los objetivos que tiene por delante.

O’Leary nació el 20 de marzo de 1961, fue el segundo de seis hijos de una familia irlandesa tradicional. Los números, las finanzas y los negocios lo atrajeron desde joven. Graduado en administración y finanzas, ingresó a trabajar en la firma SKC de contadores y allí se especializó en el sistema impositivo irlandés.

En SKC (que luego sería la consultora de servicios empresarios KPMG) estuvo a cargo de la cuenta de Guinness Peat Aviation (GPA), una empresa de taxis aéreos perteneciente a Tony Ryan. Con el tiempo, el titular de GPA reconoció en O’Leary una capacidad para lidiar con los impuestos y administrar, lo que llevó a Ryan a contratarlo como asesor financiero.

En 1987 Ryan creó Ryanair, una aerolínea tradicional. No le fue bien. En esas circunstancias O’Leary le propuso estudiar el modelo low cost que comenzaba a cambiar el negocio del transporte aéreo. La iniciativa recibió el respaldo de su empleador y O’Leary viajó a Estados Unidos para estudiar de primera mano el desrrollo de la aerolínea Southwest. Con el liderazgo de O’Leary y el apoyo de Ryan, la aerolínea Ryanair se reconvirtió.

Ryanair era en 2018 la aerolínea más rentable de Europa. Es una empresa que mide sus costos al milímetro. De varios reportajes se desprende cuál es la impronta empresaria de O’Leary: ganar dinero y mantener el negocio en crecimiento. ¿De Perogrullo? Tal vez, pero es bueno tenerlo bien presente. El ejecutivo tenía muy en claro que la principal “responsabilidad social empresaria” es mantener a la empresa sana y que sea competitiva. Tiene razón. O’Leary juega a fondo cuando persigue esos objetivos, al punto de no importarle demasiado lo que los clientes piensen de la aerolínea siempre que vuelvan a volar en ella.

La firma internacional YouGov, que realiza investigaciones de mercados y análisis de datos basados en Internet, dice que la aerolínea Ryanair es la de peor imagen en Europa. Además, la línea tiene otra característica: ser la aerolínea en la que la mayoría de los consultados se sentiría avergonzado de trabajar. El dato no inquieta a O’Leary porque la realidad dice que una parte importante de los pasajeros optan por viajar en Ryanair y reiteran su preferencia a pesar de todo. “El precio es decisivo en la mayoría de los viajeros”, dice el polémico hombre de negocios.

Aunque IATA espera que este año los viajes internacionales se mantengan al 69 % respecto de los niveles de 2019, y que la recuperación total del tráfico aéreo se demore hasta 2025, la aerolínea irlandesa de bajo costo ha logrado aumentar en un 114% sus pasajeros respecto de 2019 y está lanzando 720 nuevas rutas, así como la apertura de 15 nuevas bases.

En una entrevista O’Leary le dijo a un periodista que el enfoque de la compañía se podía sintetizar en una frase: «No recibirás un reembolso, así que vete a la m …; no queremos escuchar sus tristes historias. ¿Qué parte de ‘sin reembolso’ no entiendes?».

O’Leary es un hábil comunicador “marketinero”. Cada tanto lanza ideas provocativas que se convierten en noticias que reproducen y multiplican los medios alarmados. “Ryanair cobrará por usar los baños de abordo”, “O’Leary estudia la posibilidad de que los pasajeros viajen parados”, son algunas de esas “ideas” picantes que comenta todo el mundo aunque no se concretan.

En una entrevista O’Leary le dijo a un periodista que el enfoque de la compañía se podía sintetizar en una frase: «No recibirás un reembolso, así que vete a la m …; no queremos escuchar sus tristes historias. ¿Qué parte de ‘sin reembolso’ no entiendes?». Vaya principio, pero así es la política comercial de Ryanair.

Michael O’Leary, CEO de Ryanair. Foto: Eurocontrol.

La fama de tacaño de quien desde 1994 es CEO de la aerolínea irlandesa es proverbial. Pelea con los sindicatos para pagar salarios muy apretados; utiliza el poder que le da el transportar 150 millones de pasajeros (datos prepandemia) para negociar con los aeropuertos; se adelanta para comprar combustible a término, lo que hoy le asegura contar hasta 2023 con este insumo a precios mucho más bajos que los actuales (guerra en Ucrania mediante). La aerolínea suele tener aviones muy nuevos, lo que le permite mejorar la eficiencia en términos de consumo y mantenimiento.

El liderazgo de Ryanair frente a sus competidores en términos de costos es notorio. Antes del COVID-19 los costes de la aerolínea por pasajero (sin incluir el combustible) eran de 31 euros, esto es un 26% inferior a los 38 euros de su competidor Wizz Air, o los costes sin combustible por pasajero de Easyjet, otro gran jugador entre las low cost, que son de 56 euros o los de Eurowings (Lufthansa) que rondaban los 94 euros.

Ryanair ha padecido, como toda la comunidad internacional, una pandemia que golpeó a la industria aeronáutica casi por debajo de la línea de flotación. Según IATA las pérdidas de las aerolíneas por la pandemia a nivel mundial sobrepasarían los 600.000 millones de dólares, lo cual muestra lo difícil que es la situación que deben remontar las compañías. En ese contexto, Ryanair parece estar en una situación bastante más sólida, aunque antes del COVID-19 sus costos por pasajeros comenzaba a sufrir incrementos por diversas razones, entre ellas la competencia y las negociaciones salariales con gremios más exigentes. Claro que con la caída abrupta de la actividad los acuerdos salariales debieron reverse y aceptaron una quita del 20% ante la alternativa de los despidos. Luego vino la crisis de los 737 MAX y duras negociaciones con Boeing, las cuales no se cerraron.

 

 

Hacia adelante Ryanair contará con una flota de aviones nuevos que aumentan las plazas en un 4% y consumen un 16% menos de combustible. Para 2028 la compañía debería tener 210 aeronaves de última generación.

Según Ryanair, su deuda neta se redujo a 1.500 millones de euros, en un contexto donde el promedio de endeudamiento de las compañías sería de 3,9 veces sus ganancias.

Según los números del año pasado Ryanair recuperó pasajeros al alcanzar los 97 millones de personas, una cifra muy significativa frente a los 27,5 millones que transportó en el anterior ejercicio, pero que es sólo el 65% de lo que transportaba antes de la pandemia.

Hay mucho más que decir sobre una aerolínea a la que a muchos aborrecen y otros admiran. De alguna manera Ryanair mostró cómo sería el futuro del transporte creciendo constantemente desde su reconversión a low cost hasta el SARS-CoV-2. Ahora también podría ser el modelo a seguir.

A pesar de las muchas críticas –atendibles en buena medida­–  hay algo cautivante en la personalidad de O’Leary: su visión hacia el futuro. No hay dudas de que el mundo está reconfigurándose, pero los hombres que logran sostener organizaciones complejas en tiempos de crisis merecen, más que el reconocimiento por sus logros, una profunda atención por sus creatividad y convicciones. Observémoslo de cerca.

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