¿Qué esperar de Donald Trump?

Los cambios que podrían venir en materia aeronáutica • Por Luis Alberto Franco

En febrero de 2017, el entonces Presidente Donald Trump, se sorprendió al enterarse que el administrador de la Federal Aviation Administration (FAA), Michael Huerta, no era piloto, por lo que manifestó, en un primer encuentro con empresarios aeronáuticos, que sería mejor tener al frente de la agencia a un profesional que supiera operar aeronaves y conociera el sistema desde el vuelo. Luego de aquel encuentro, Trump declaró que su propio piloto, John Dunkin, sería un buen líder para conducir la agencia.

A pocos días de asumir su primer mandato como Presidente, Trump tenía frescas en su memoria las charlas que había mantenido con Dunkin sobre el desastroso desempeño del administrador Huerta en el proyecto de reforma del sistema de control de tránsito aéreo, por lo que se comprendía que pensara en contar con otro perfil de experto para resolver problemas que consideraba requerían experiencia operativa. Además de ese detalle, Trump conocía los vericuetos de la FAA por haber lidiado con la organización al incurrir en los negocios aeronáuticos en la década del 80 al comprar Eastern Air Lines Shuttle, para transformarla en Trump Shuttle, una compañía que no funcionó demasiado bien.

La primera reacción de la industria ante la posibilidad de designar a su piloto personal fue un tanto escéptica, ya que muchos consideraban que el manejo de un presupuesto, que por entonces alcanzaba los 16.000 millones de dólares anuales (hoy 19.800 millones), requería de un expertise que ineludiblemente debía incluir una larga experiencia en la gestión de grandes organizaciones, algo que Dunkin no había tenido, ya que sólo había sido director de operaciones de aviación de la Organización Trump, que operaba una flota con un Boeing 757, un jet de negocios Cessna Citation X y tres helicópteros Sikorsky.

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El debate sobre quién sería el funcionario que lideraría la FAA tuvo sus contratiempos. Algunos consideraron que el piloto de Trump podría integrar la lista de candidatos sobre la que trabajaría el Senado, pero que también deberían considerarse otros postulantes que contaran con experiencia de vuelo.

Luego de las deliberaciones del Senado, en julio de 2019, fue confirmado titular de la FAA Stephen Dickson, un expiloto de la Fuerza Aérea y ejecutivo de Delta Air Lines, quien fuera nominado por Trump en marzo de ese año.

Decisiones en tiempos de crisis

La gestión de Dickson estuvo jaqueada por la crisis de Boeing, ya que, entre otras cosas, el administrador tuvo que tomar la decisión de dejar en tierra a los Boeing 737 MAX luego de dos trágicos accidentes y de que otras autoridades aeronáuticas muy importantes, resolvieran hacerlo.

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Una de las derivaciones de ese caso, y ante la evidencia de un viciado proceso de certificación del avión detenido, el funcionario también decidió revocar a Boeing prerrogativas de certificador. Además, antes de decidir si los MAX volvían al servicio, el mismo Dickson probó las reformas realizadas tanto en el simulador como al mando de la aeronave.

Política aeronáutica del primer mandato

En materia aeronáutica, durante el mandado de Donald Trump como el 45º Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, se trabajó en diversas líneas.

Trump quería llevar a cabo la privatización del sistema de tránsito aéreo porque consideraba que la FAA era ineficiente e incapaz de llevar adelante una modernización. Su propuesta buscaba transferir el control de tránsito aéreo a una organización sin fines de lucro, como se había realizado con éxito en Canadá. Dado que el proyecto encontró resistencia en el Congreso, fue abandonado en 2018.

En materia de las nuevas tecnologías, la administración de Donald Trump impulsó el desarrollo de drones para la actividad comercial. Entre las iniciativas estuvo el apoyo al desarrollo de las aeronaves no tripuladas y a la incipiente aviación aérea urbana para integrar los drones al sistema aéreo nacional para uso comercial en diferentes entornos.

La administración Biden-Harris

Una de las más notables diferencias entre las administraciones de Donald Trump y Joe Biden, fue que el actual y saliente Presidente demócrata se lanzó a una expansión de la FAA. A Biden le costó mucho lograr reemplazar a Dickson de la FAA luego de que el administrador nombrado por su antecesor renunciara en 2022. Dos de sus tres candidatos fueron severamente cuestionados por el Senado, hasta que finalmente Michael Whitaker logró la confirmación el año pasado, por el término de 5 años. La resistencia del Senado a dar el visto bueno sufrió tantas demoras, que la FAA fue administrada por funcionarios interinos durante dos años.

Tal vez lo que más llamó la atención de la industria fue que durante el mandato de Biden la FAA publicara constantemente cada inversión que se hacía en la aviación civil bajo una presentación muy demagógica, ya que los comunicados de la agencia comenzaban diciendo “INVESTING IN AMERICA: Biden-Harris Administration Announces…”, lo cual contrastaba con la conducta histórica de la organización. Claro está que el gasto del gobierno le venía muy bien al sistema, ya que se realizaba con los aportes de los contribuyentes en general y beneficiaba a quienes volaban.

En el período presidencial que terminará en enero, la FAA logró que el Congreso aprobara la Ley de Reautorización de la Administración Federal de Aviación (FAA) cuyo objetivo sería fortalecer la seguridad de la aviación, modernizar la infraestructura de aeronavegación, contratar más controladores de tránsito aéreo e inspectores de seguridad a partir del enorme presupuesto. En esta materia, y considerando los antecedentes de lo realizado en el pasado, es muy posible que Trump revea este programa de decenas de miles de millones de dólares anuales.

El desprestigio de la FAA y la visión sobre los organismos internacionales

El Presidente electo de los Estados Unidos tiene ante sí una tarea muy compleja. Durante la campaña ha manifestado su intención de realizar reformas institucionales importantes, por ejemplo, repensar el sistema internacional (ONU, OTAN, etcétera). En esa línea, muchos recordarán que Trump fue muy crítico de la Organización Mundial de la Salud, de la cual EE. UU. se retiró brevemente, recortando el financiamiento como muestra del disgusto con que la organización manejó la pandemia del SARS-CoV-(COVID-19) y por la influencia china. También se recordará el retiro de EE. UU. de varios acuerdos y tratados internacionales apoyados por la ONU, como el Acuerdo de París sobre el cambio climático, y el Pacto Mundial para la Migración. En ambos casos, Trump argumentó que estos acuerdos perjudicaban a Estados Unidos o no eran equitativos. Otro retiro de Estados Unidos fue del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en 2018, por su trato hacia Israel. Considerando la actitud de la anterior administración del electo Presidente, es muy posible que se tome más distancia de la ONU, lo cual eventualmente podría alcanzar a una revisión del vínculo que tiene la FAA con la OACI.

En materia estrictamente interna, el nuevo mandatario encuentra un sistema aeronáutico que aún no ha recuperado la reputación que tenía hace dos décadas. Es muy posible que Trump, con mayoría en el Senado y probablemente en la Cámara de Representantes, impulse importantes reformas en varias áreas.

Cabe destacar que durante su gestión en la Casa Blanca, el recientemente electo Presidente designó al frente del Departamento de Transporte (DOT, por su sigla en inglés) a Elaine Chao, una funcionaria muy ponderada por el sector empresarial aeronáutico por su dedicación, conocimiento de las operaciones, sus necesidades y, sobre todo, por compartir las preocupaciones que observaban los referentes de la industria, lo cual contrastó notablemente con lo realizado por Pete Buttigieg, el secretario de Biden. Las diferencias de enfoque podrían dar una pauta de lo que vendrá, ya que Chao era enemiga de interferir en el manejo de las aerolíneas, salvo en materia de seguridad, mientras que Buttigieg cumplía con una política de crecientes regulaciones, que presionó a las aerolíneas. Además, Buttigeg fomentó grandes obras de infraestructura como la construcción de carreteras, ferrocarriles y puentes, prestando muy poca atención a la aviación. Entre los recuerdos que deja el actual secretario está la notable interferencia del DOT para impedir la fusión de JetBlue Airways y Spirit Airlines, el procurar una reducción de la competencia y procurar la suba de tarifas más allá de lo que dispusiera un mercado más desregulado.

No hay mucho más para intentar hacer una aproximación a lo que podría deparar el gobierno de Donald Trump en materia de aviación, pero sin dudas la gestión será distinta de la que hubiera realizado Kamala Harris, sobre todo porque con el apoyo en el Congreso el Presidente electo podría llevar adelante proyectos que antes no le permitieron realizar.

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