Crisis y autoridades aeronáuticas

Para pensar desde la historia • Por Pablo Luciano Potenze

Operación de un Laté 28 de Aeroposta Argentina en Río Gallegos (foto Mi Río Gallegos).

La Dirección de Aviación Civil (DAC), que nació en 1924 como una repartición del Ejército y, en julio de 1931, pasó a depender del Ministerio del Interior fue el antecedente histórico de la actual ANAC. Los funcionarios que la dirigieron fueron pilotos, porque en esa época se pensaba que eran los únicos profesionales que sabían de aviación, lo que era relativamente cierto, porque no existían abogados ni otros profesionales especializados en la materia.

La función de la institución, mutatis mutandis, era bastante parecida a la de su homóloga actual, ya que fiscalizaba y controlaba el movimiento aéreo civil y comercial del país, asesoraba al Poder Ejecutivo, proponía rutas y dictaminaba sobre las propuestas de servicio aéreo que se hicieran. También estaba a cargo de la habilitación de material, personal e infraestructura.

Oficinas de atención al público de Aeroposta Argentina en Buenos Aires en 1930, cuando se declaró la crisis. Estaba ubicada en Diagonal Norte y Florida.

Pero además de estas funciones rutinarias, este organismo debió afrontar la gran crisis económica mundial de 1930, y es interesante ver cómo se jugó en defensa de los intereses de la aviación.

En ese momento los principales servicios aéreos internos del país eran el que prestaban Aeroposta Argentina entre Bahía Blanca y Río Gallegos y el de Panagra que tocaba Córdoba y Mendoza. Ambas empresas eran de capitales extranjeros pero, estos vuelos tenían un claro interés estratégico nacional, sobre todo el primero, que permitía llegar a la Patagonia en el día, contra las semanas que demandaban los servicios marítimos.

 

La crisis

El jueves 24 de octubre de 1929 la bolsa de Nueva York se desplomó y la economía del mundo cambió. Había nacido la crisis del año treinta, un fenómeno inesperado y sin antecedentes que se ramificó en todo el mundo. En la Argentina, además, el 6 de setiembre de 1930 un alzamiento militar derrocó al presidente Yrigoyen, estableciéndose un gobierno provisional encabezado por el general José Félix Uriburu.

El desastre económico afectó, en Francia, a la casa matriz de Aeroposta Argentina, cuya liquidación judicial se resolvió en abril de 1931. Los accionistas pidieron al gobierno argentino un subsidio para seguir operando en el país pero éste, ajeno al problema que enfrentaba la región afectada por los vuelos, no lo otorgó, y el servicio se suspendió el 28 de junio de 1931.

En este punto, el personal de Aeroposta, liderado por el piloto Rufino Luro Cambacérès y la DAC, a cargo de Juan José Mundin Schaffter comprendieron que la prioridad, a pesar de la crisis, era volver a volar y que eso dependía fundamentalmente de lo que ellos hicieran, porque las autoridades nacionales no tenían conciencia del problema y los franceses no estaban dispuestos a poner dinero.

Inmediatamente iniciaron gestiones ante el Ministerio del Interior, a las que se sumaron las autoridades del Correo y las fuerzas vivas de la zona servida. Para implementar una solución, la DAC propuso alquilar a Aeroposta Argentina todos sus bienes para prestar el servicio por cuenta del Estado, lo que fue aceptado y la Dirección se hizo cargo de los vuelos entre el 3 de julio de 1931 y el 31 de mayo de 1932, nombrándose jefe de la línea a Luro Cambacérès. Para pagar los gastos, operativos, además de los subsidios directos del Correo y la Dirección de Aeronáutica Civil, se consiguieron aportes de diversas empresas de la zona (YPF, Ferrocarrilera del Petróleo, Diadema Argentina, Astra, Compañía Argentina de Petróleo y Compañía Industrial y Comercial de Petróleo).

La realidad era muy dura. A principios de abril de 1932 el presupuesto de la DAC se rebajó de 500.000 pesos a 170.000, tras lo cual Mundín Schafter resolvió dar licencia sin sueldo a todo su personal a partir del 7 de abril, y renunció a su cargo.

Esta etapa de la empresa se conoció con el nombre de Aeroposta Nacional, y fue una muestra cabal de cómo la actitud de los funcionarios y los trabajadores en defensa de la base de su actividad pudo superar una crisis grave.

La acción de la DAC en favor del transporte aéreo en esos años se completó con el apoyo a algunos intentos de establecer servicios encarados por los aeroclubes de Tucumán y Dolores, a los que proveyó de aviones y personal, pero no pudo lograr que estos proyectos, encarados con pocos fondos y más voluntarismo que ciencia, prosperaran.

Los servicios norteamericanos se siguieron prestando sin requerir mayor apoyo de las autoridades argentinas.

*El arquitecto Pablo L. Potenze es un experto en aviación comercial, una de sus obras es “Historia de la aviación comercial argentina 1945-1980”, ediciones El Cronista Comercial, 1987.

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