El pasado 7 de diciembre de 2024 se cumplieron los 80 años de la firma del acuerdo que dio origen a la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), conocido como Convenio de Chicago. Para la mayoría del ecosistema aeronáutico mundial, este acuerdo internacional es considerado la columna vertebral del enorme progreso que ha tenido la aviación civil en sus diferentes expresiones.
La OACI es una agencia especializada de las Naciones Unidas. Fue establecida en 1944, cuando se delineaba el mundo de posguerra.
La OACI fue creada para promover el desarrollo seguro y ordenado de la aviación civil internacional en todo el mundo, y es a partir de esa idea madre que la organización fue cobrando trascendencia al proponer normas y regulaciones con el objeto de uniformar la aviación civil y garantizar la seguridad, eficiencia, sostenibilidad y, más recientemente, la protección del medio ambiente en el ámbito de la aviación.
Para cumplir con su propósito, la OACI elabora normas con estándares técnicos que recomienda implementar a los países signatarios del acuerdo, para la operación de aeronaves, aeropuertos, servicios de navegación aérea y otros aspectos relacionados con la aviación civil.
Es contrafáctico debatir si la OACI fue la causa del gran desarrollo de la aviación civil; sin embargo, es razonable pensar que, sin convenir normas aceptables internacionalmente, el desarrollo de la actividad aérea a nivel global hubiera tropezado con serios obstáculos.
A pesar de su papel fundamental en la aviación civil internacional, la OACI ha enfrentado críticas y desafíos en varios aspectos. No es infrecuente escuchar que la agencia de las Naciones Unidas es muy lenta en la adopción de estándares, ya que suele tardar años en desarrollar e implementar normas, lo que resulta problemático en un entorno tecnológico y operativo que tiene una dinámica formidable. Va de suyo que en la aviación todo sucede muy rápido siempre. Es posible decir sin temor a yerros que la OACI ha sido muy lenta, por señalar un ejemplo bastante reciente, en establecer pautas frente a la evolución de los drones y la próxima movilidad aérea urbana (UAM).
Otra de las críticas es que la OACI tiene limitada capacidad para hacer cumplir las normas que establece; esto es especialmente cierto cuando se trata de los países más desarrollados en materia de aeronáutica.
Una de las críticas más graves y crecientes a la OACI pone el acento en la falta de transparencia de la organización. Esto se ha detectado en las decisiones claves que toma, el acceso limitado a los informes y la opacidad de ciertos procesos internos. En el caso de la Argentina, por ejemplo, el organismo ha participado en dos procesos de compra de aviones muy vidriosos, uno el de dos aviones Challenger 601 para la Empresa Argentina de Navegación Aérea S.E. (EANA), y el otro, la más reciente, la compra del ARG 01, un Boeing 767-256, para la Presidencia de la Nación. En ambos casos los enredos, costos y resultados del proceso fueron notoriamente gravosos para el país.
En materia de ineficiencias, también se subraya que la agencia de la ONU es cuestionada por ser excesivamente burocrática, lo que potencia la lentitud de sus procesos frente al avasallante avance de la tecnología.
Durante la pandemia de SARS-CoV-2, se observó con nitidez que la OACI no reaccionó como era necesario para sostener mejor el sistema aeronáutico en crisis.
En materia ambiental, la agenda del organismo recibe críticas de quienes adhieren a las políticas de reducción de los denominados gases de efecto invernadero como causa del cambio climático y atacan la actividad aeronáutica; y quienes tienen una postura distinta, ya sea porque no consideran probada esa teoría, o porque la aviación genera sólo una parte de las emisiones y ha demostrado una creciente eficiencia en el desarrollo de nuevas tecnologías que mitigan el posible impacto en el ambiente.
Aunque la OACI desempeña un papel esencial, abordar las áreas críticas es imprescindible.
En los próximos años, sobre todo según se defina el perfil de la nueva administración Trump, el organismo podría sufrir cambios importantes. De hecho, el nuevo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica fue muy crítico con las agencias de la ONU durante el período 2017-2021, en que ejerció la primera magistratura de ese país por primera vez.