La realidad dio rápida respuesta a un apóstol del intervencionismo estatal

El Nobel Paul Krugman frente a los hechos • Por Luis Alberto Franco

El 29 de diciembre, el New York Times publicó un artículo del Premio Nobel de Economía Paul Krugman titulado, “Las lecciones del desastre de Southwest Airlines”, en el que el economista la emprende contra la desregulación del mercado aerocomercial en los Estados Unidos. La reflexión de Krugman parece haber sido escrita “en caliente” ya que habría quedado varado en Florida durante la tremenda ola de frío que asoló Norteamérica.

“El mal tiempo siempre perturba el tráfico aéreo, pero Southwest ha sido la única de las grandes aerolíneas que ha sufrido un colapso casi total del servicio a raíz de la megatormenta de finales de diciembre, y ha dejado en tierra a miles de pasajeros. ¿Cómo ha ocurrido esto? (…) En aras de la claridad –se pregunta Krugman–, la avaricia seguramente desempeñó un papel en el desastre. Lo más evidente es que la aerolínea no ha invertido el dinero necesario para modernizar un sistema de programación de horarios que mucha gente de la compañía sabía era inadecuado. En cambio, antes de la pandemia gastó miles de millones en recompras de acciones”, apunta el laureado profesor.

Al profundizar su reflexión y en busca de respuestas, Krugman ensaya una propia: Las raíces del singular desastre de Southwest se remontan a 1978, cuando se liberalizó el sector aéreo”. Ubicada la fecha el economista dice “(…) Hasta entonces, las aerolíneas interestatales estaban obligadas a ofrecer servicios directos de origen a destino entre ciudades. Tras la liberalización, la mayoría de las compañías se pasaron a un sistema radial, que obligaba a muchos pasajeros a cambiar de avión en grandes centros (hubs, en la jerga aerocomercial) como el aeropuerto de Atlanta o el O’Hare de Chicago. El sistema radial tiene algunas ventajas claras sobre el directo. Permite a las aerolíneas –explica Krugman en su artículo– prestar servicio al mismo número de ciudades con menos rutas; conectar 10 núcleos urbanos de origen a destino requiere 45 rutas, mientras que enviar a todos los pasajeros a través de un núcleo central requiere sólo 9. El sistema también genera cierta flexibilidad inherente, ya que los aviones y las tripulaciones con base en los núcleos centrales pueden ser reasignados para compensar, por ejemplo, las averías de los equipos. Pero el sistema radial también tiene sus inconvenientes. Puede obligar a los pasajeros a aceptar largas escalas o a perder conexiones muy justas si algo va mal. (…). Y también ha reforzado el poder monopólico de las compañías aéreas, ya que cada gran aerolínea domina los mercados a los que dan servicio sus núcleos centrales. En respuesta a esas desventajas, antes de la pandemia algunas empresas estaban volviendo en parte al sistema directo. Sin embargo, Southwest nunca lo había abandonado, y era la única de las grandes compañías aéreas que en la mayoría de los casos transportaba del origen al destino sin necesidad de cambiar de avión por el camino”.

 

 

El autor del artículo luego reconoce que el público ha mostrado preferencia y satisfacción con la compañía con honestidad, aunque sin que esto le pareciera algo demasiado relevante, agrega lo siguiente: “ (…) el servicio directo de origen a destino resulta especialmente vulnerable a las alteraciones extremas. La nieve y el frío intenso dejaron (a fin de diciembre) a la mayoría de los aviones y el personal de Southwest varados en lugares dispersos, incapaces de reanudar el servicio normal incluso cuando el tiempo mejoró (porque) una tecnología anticuada (…) impidió a Southwest localizar siquiera a muchos de sus tripulantes, lo que se juntó a la ausencia de acuerdos que hubieran permitido trasladar las reservas de los pasajeros a otras aerolíneas, lo que empeoró las cosas. Pero estos fueron sólo factores agravantes. En esencia, un sistema que tiene algunas ventajas reales en tiempos normales se desmoronó cuando se encontró, justamente, con una tormenta perfecta”.

Krugman luego de decir que algunos analistas estiman que el colapso de Southwest se debe a su “tacañería para aumentar los beneficios recortando los costes hasta que no queda margen de error”, la emprende contra la desregulación y la libertad de mercados para proponer una solución al problema: “(…) a todos nos iría mejor –asegura– si las empresas estuvieran menos centradas en sus resultados a corto plazo y más dispuestas a invertir en capacidad de recuperación. Y las políticas públicas deberían hacer lo posible por fomentar esa inversión”. Lo que Krugman propone es dar marcha atrás y volver a regular, aunque reconozca que la situación actual es mejor a la precedente. Raro. Vale la pena leer el artículo completo que en castellano está aquí.

¿Y cuando es el Estado el que falla?

Es curioso que en algo más de una semana sucediera otro cataclismo en el epicentro que para Krugman podría contribuir a mejorar: los vuelos en los Estados Unidos se suspendieron porque el sistema del servicio NOTAM de ese país se interrumpió. Es decir, que el Estado más poderoso de la tierra, que además está inyectando miles de millones de dólares en infraestructura aeronáutica cuya utilidad sólo confirman los políticos y sus directos beneficiarios, obligó a paralizar la actividad aérea porque no pudo suministrar un servicio básico y rutinario de información a los pilotos. Conste que esto no se debió a una meteorología severamente adversa como la que soportó el norte del continente en la crisis provocada a fin de diciembre por una ola polar, sino a una gestión fallida del Estado aún no aclarada cuya intervención, lo decimos de nuevo, reclama Krugman.

 

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En realidad hay mucho que criticar respecto de la desregulación en los Estados Unidos, pero no por las razones que esgrime el autor de “Geografía y Comercio” que fue galardonado con el Nobel de Economía en 2008.

Que el mercado y la desregulación no constituyen el «paraíso en la Tierra» es una advertencia que hasta los más conspicuos pensadores liberales subrayan, sin embargo, la realidad es que hasta el momento no se ha descubierto otro sistema que haya dado mejores resultados. Así como ocurre con la democracia, sucede con la libertad, aún no se ha encontrado un camino que las supere. Además, libertad y democracia son las dos caras del orden social que ha producido mayor y más sostenido progreso en la historia de la humanidad, mientras que las alternativas sólo han logrado penurias y estancamiento.

 

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