Una semana violenta
Éramos simples televidentes a la espera de la reanudación de un partido de fútbol cuando la barbarie entró a la cancha para terminar de sustituir el deporte por la violencia, la razón por la brutalidad y la decencia por el crimen. En realidad no había acontecido nada nuevo, sólo se agravó lo que usualmente sucede.
Toda la semana fue violenta, sólo basta recordar que estuvo signada por la canallesca persecución de un ciudadano eminente por el “delito” de tener demasiados años (aunque en verdad lo que no se le toleraba era su larga experiencia y su aplomada sabiduría).
Y hasta la aviación tuvo su cuota de bestialidad cuando una máquina vial irrumpió en el aeródromo de San Antonio de Areco para cortar la pista y, de facto, lograr lo que por la vía de la ley resultaba engorroso, y de la razón, absurdo.
¿Estará detrás de esto el intendente Francisco Durañona, íntimo amigo y defensor de Amado Boudou, hijo y discípulo de aquel político derechoso que fuera interventor federal en Corrientes en la época del menemato? No podemos afirmarlo hoy, pero sí recordar que el predio le apetecía para llevar adelante quién sabe qué planes.
La República está por entrar –si es que ya no está– en terapia intensiva. La ley agoniza bajo la presión de un resultado electoral de hace más de tres años porque según algunos sólo los votos legitimizan, aunque sólo se trate de una parcialidad convenientemente aglutinada, distante, pero más concreta que el total fraccionado. Es más, en el extremo del ese afiebrado argumento bien podría caber la idea de que una circunstancial mayoría elimine legítimamente a quienes no la integran. Muy peligroso.
La prepotencia está instalada en medio nuestro y la gente de bien es espectadora de lo que ocurre; la mujer y el hombre de trabajo tiene demasiadas responsabilidades cotidianas como para enfrentarse con lo que puede destruir lo que más quiere y eso es justamente lo que marca la gravedad de lo que acontece.
Un partido suspendido por 30 energúmenos que logran enfervorizar a 2.000 y desplazar a 40.000 que se van de la cancha derrotados, abatidos e indignados, al menos por unos días; el Señor Juez, que aún con la mitad de su capacidad y la cuarta parte de su hombría de bien decuplicaría a sus extraviados detractores, debe mostrarse en público para confirmar la persistencia de su aptitud y los prepotentes que rompen una pista de aterrizaje porque así lo desean, son parte de los síntomas de una enfermedad que sólo augura desgracias y penurias.
Como la mejor forma de luchar por nuestra República es comenzar por el metro cuadrado más próximo, invitamos desde esta página a luchar por el aeródromo de San Antonio de Areco. Ayer fue San Justo, luego La Plata (al menos allí actuó un juez), hoy la prepotencia mostró su rostro en Areco, mañana quién sabe dónde será el abuso. Pongamos límite a esta situación. Busquemos con la ley, la petición y la movilización hacer valer nuestros derechos. ¡Hagámoslo ya!
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