El pasado lunes 28 de marzo se entregó el último Learjet. Se termina así una marca que durante 59 años impuso un estilo e impulsó los jets de ejecutivos. El último de la dinastía fue un Learjet 75 Liberty con la matrícula N2022L estampada en sus alas y cola.
Ha pasado mucho tiempo desde 1963, año en que entró en servicio el primer Learjet 23. Dicen que aquel modelo se basó en un fracasado avión militar suizo, el FFA P-16, de cuyo diseño Lear y sus ingenieros habrían tomado el tren de aterrizaje y las alas.
El primero de los Lear tenía entre seis a ocho asientos. Voló por primera vez el 7 de octubre de 1963, y el primer avión se entregó en octubre de 1964.
El creador de aquellos aviones fue Bill Lear, un emprendedor inquieto que se hizo desde abajo. En este momento de despedida no estaría de más recordar brevemente a este entrepreneur genial.
La pasión de Bill Lear fue la comunicación inalámbrica, campo en el que crecería como inventor y empresario. Lear se enfocó en la miniaturización y logró impresionar a grandes empresas con la creación de bobinas y distintos componentes electrónicos innovadores.
Con la colaboración del su amigo Elmer Wavering, Lear se propuso fabricar la primera radio para automóvil, y el resultado de esfuerzo –y varias asociaciones con otros empresarios y financistas– fue la fabricación de ese aparato que llevó la música, las noticias y el entretenimiento, a los autos. La compañía que fundó junto a sus socios para fabricar los equipos fue la conocida marca Motorola. La radio rápidamente comenzó a instalarse en los autos lo cual cambió la forma de escucharla y de comunicar. Una revolución total. Tiempo después desarrollaría el aparato denomidado 8 Track, un reproductor de magazines más eficiente que el cassette que extrañamente se impondría en el mercado.
A Lear le atraían los aviones, por eso en 1931 compró un biplano Fleet; sin embargo, su propósito era seguir con los desarrollos electrónicos y dedicó su creatividad para la fabricación de radiogoniómetros y aviónica, incluidos pilotos automáticos y el primer sistema de aterrizaje completamente autónomo. Durante la Segunda Guerra, Lear ganó una fortuna cercana al los 100 millones de dólares gracias al constante mejoramiento de los productos y su rápida fabricación.
Luego de varios inventos y negocios, una larga estadía en Suiza en donde se “encontró con el proyecto FA P-16 sobre el que maduró la idea de construir un avión de negocios veloz y bastante más barato que el de la competencia, Bill Lear se instaló en Wichita, Kansas, donde terminó de proyectar y construyó el Lear 23 que “popularizó” los jets ejecutivos.
Aunque el éxito con el avión fue importante, Lear tuvo que cubrir pérdidas en otros negocios, por lo que en 1967 vendió gran parte de la empresa a Gates Rubber Company, aunque permaneció en el directorio hasta 1969.
Pocos años después de abandonar los Learjet, el entrepreneur pensó en un concepto más revolucionario aún: los Very Light Jets. Lamentablemente la idea no fue desarrollada hasta 30 años después y por otros ingenieros.
Lear se relacionó con Canadair en 1976. Llevó a la compañía canadiense el diseño de un ala súper crítica que podía utilizarse en un avión ejecutivo impulsado por un nuevo motor que desarrollaba Lycomming. La idea no estaba plenamente desarrollada, por lo que Canadair decidió invertir en su propio proyecto de avión utilizando la imagen de Lear para afianzar la reputación de la empresa. Finalmente Canadair desarrolló el Challenger, un avión que transitó su propia gran historia. Con el tiempo Bombardier Aerospace, empresa madre de Canadair, compraría Learjet. Cosas de la vida, Bill ya no tenía que ver con la compañía.
El proyecto final en la vida de este inventor empresario que verdaderamente se convirtió en Thomas Edison de mediados del siglo XX, fue LearFan 2100. Para diseñar esta particular aeronave Lear creó una nueva compañía llamada LearAvia y se instaló en Irlanda, entre otras cosas porque el gobierno británico aportó fondos y brindó exenciones impositivas.
La aeronave, bastante rara, tenía siete plazas, era propulsada por dos motores unidos por una caja de engranajes que movía una única hélice de cuatro palas en la cola y aspiraba alcanzar los 41.000 pies. El LearFan incorporó material compuesto, un adelanto sideral para la época. Otra característica de modelo fue la forma de “Y” del empenaje por los dos estabilizadores supariores en “V” como los del legendario Beechcraft Bonanza, y un estabilizador tipo quilla que daba mayor estabilidad y, sobre todo, aseguraba limitaba la posibilidad de golpes de la hélice en los despegues y aterrizajes.
El modelo, que voló el 1º de enero de 1981, nunca llegó a la producción por problemas financieros.
Lear falleció el 14 de mayo de 1978 en Reno, Nevada. Su marca en los aviones, con 3.000 aeronaves fabricadas de las cuales hay 2.000 en servicio, tal vez dejó de existir hace unos días; sin embargo, su memoria está intacta y debería ser de inspiración para muchas generaciones de amantes de la aviación en general y emprendedores en particular.
Son muy pocos los aviones LearJet que han tenido accidentes, el competidor fue el Cessna Citation