Como la luna, el Aeródromo Presidente Rivadavia, Morón, tiene un lado oscuro. Al entrar por la avenida Eva Perón puede leerse claramente en un muy conservado cartel, que se ingresa a la Base Aérea Militar Morón, es lo único pintado esmeradamente que se encontrará en ese lado oscuro del aeródromo. A poco de entrar, resaltan a la izquierda los edificios abandonados con las ventanas arrancadas y tapadas por chapas de cinc, cientos y tal vez miles de metros cuadrados destruidos por el paso de los años que han estado en manos de la Fuerza Aérea por demasiado tiempo. En el hall de lo que fue el área de embarque de un aeropuerto internacional civil, suelen haber perros vagabundos y mugre. Las puertas de acceso a la plataforma están cerradas y encintadas prohibiendo el paso. Es una base militar sin aviones de guerra, porque lamentablemente, la “herencia recibida” no ha dejado activos y la fuerza que debería tener medios para proteger el espacio aéreo nacional, carece de aviones en vuelo para cumplir con su misión. Más tristeza.
Lo poco que funciona de ese lado oscuro es lo civil, un puñado de escuelas que enseñan a volar dando a ese lugar algún aspecto aeronáutico que contrasta con la imagen de “ghetto de Nueva York” de la década del ’60, que la institución “desarmada” supo reproducir con perfección escenográfica.
En ese lugar, que fue refundado “base militar” por la gestión que terminó el pasado 10 de diciembre —que también regaló al municipio de Morón un tercio del predio para recreación y viviendas— existe un chalet que oficiaba de “casa del jefe de aeródromo o base”, la cual será (o ya es) la futura residencia oficial de la Gobernadora María Eugenia Vidal. Esta nueva e ilustre huésped llevó, seguramente sin siquiera saberlo, a que la Fuerza Aérea Argentina, decidiera ordenar per se que toda escuela de vuelo civil, es decir toda actividad aeronáutica real, desaloje las instalaciones del lado oscuro, para trasladarse, si tienen suerte, al otro lado del aeródromo, es decir, la zona en la cual tiene jurisdicción la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) que, sin ser lo que debería, contrasta por la inversión privada con la realidad del otro sector.
En el lugar oscuro y derruido, se dice que la Fuerza Aérea insiste con que la Gobernadora no quiere que haya escuelas o civiles allí, algo muy poco creíble ya que la Lic. Vidal ha asegurado por los medios no querer “perder el contacto con la gente”.
Del lado oscuro, es justo reconocerlo, hay un par de actividades nobles que no debemos olvidar: La educativa de una escuela técnica y la de la Escuela Nacional de Aviación Civil (INAC), por si alguno tuviera dudas de la esencia civil del Aeródromo Presidente Rivadavia.
El pasado miércoles 6 de abril, se convocó a las escuelas a una reunión con la Fuerza Aérea, la ANAC, la Municipalidad de Morón y un representante del PITAM. Las intimadas al desalojo pensaron que semejante reunión representaba una reconsideración, una suerte de retorno al sentido común, pero no, se ratificó la decisión de la Fuerza, mientras la ANAC y la Municipalidad hicieron silencio. Mañana, miércoles 13, habría otra reunión programada pero ya nadie tiene expectativas positivas.
La ANAC, es el ente que debería jugar algún papel en este problema innecesario, artificial y militarmente anacrónico. El Estado, que siempre parece tener un número creciente de cabezas, como la Hidra de Lema, pero en este caso inconexas, debería sumar las supuestas inteligencias de sus mejores mentes para encontrar soluciones razonables al problema de seguridad de la Gobernadora con el fin de que su resguardo físico no implique una desgracia para las escuelas.
Del lado ANAC del aeródromo está el hangar de la ex CATA y la pregunta recurrente en el ambiente es: ¿Qué pasa con ese hangar? ¿Es cierto que allí se hará lugar a la Junta de Investigación de Accidentes de la Aviación Civil (JIAAC) para guardar restos de aeronaves? ¿No se ha observado que del lado oscuro hay hangares sin uso o que el polvorín que está justo detrás de la ex CATA está vacío de munición y que allí podría alojarse la Junta? ¿No sería posible que las escuelas utilizaran CATA, que cuenta con un piso lleno de oficinas que no se utilizan y espacio para aeronaves en el hangar?
En el lado oscuro de Morón, debajo de la torre de control, hay una oficina de plan de vuelo (ARO-AIS). Desde tiempos inmemoriales se podía acceder a ella por la puerta que da a la plataforma. Hoy, para ingresar allí, hay que subir por una curiosa escalera que luego baja por la retaguardia de esa misma oficina para dar con una puerta que parece secreta. Esta tan extraña como inútil maniobra, recientemente diseñada por alguien seguramente ducho en el arte de Tsun-Tzu y en el velo y engaño que emanan de los principios básicos de guerra, muestra mucho, tal vez demasiado, sobre las manos que manejan el aeródromo, o mejor dicho, el lado oscuro de él. ¿Se dejará que esas manos y mentes le endosen a la Gobernadora el peso de la mala decisión o se tomará el toro por las astas y se impondrá la razón a la brutalidad?
De aquí al 1º de mayo, Día D para el desalojo —curiosamente el mismo día en que se conmemora el “Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina”, ironía si las hay— , se puede llegar a la solución de este absurdo asunto, si es que se quiere ayudar a que en el Aeródromo Presidente Rivadavia sigan volando tantos aviones civiles como los que surcan sus cielos en los últimos tiempos.
Esperemos que todo se arregle y que la Gobernadora se entere que su mudanza y seguridad podría encubrir otras intenciones.
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