Aeroparque: Anatomía del caos

El pasado lunes 2 de julio hubo varias cancelaciones, reprogramaciones y derivaciones de vuelos por problemas que la autoridad aeronáutica atribuyó a cuestiones sindicales, pero lo concreto es que la torre de control estuvo a cargo de una sola persona.

Los problemas con los controladores tienen muchas lecturas y ciertamente está vinculado a cuestiones de luchas de poder en torno a Aerolíneas Argentinas y al manejo de la aviación civil, es decir al control de la Administración Nacional de Aviación Civil.

Debe recordarse que a partir del decreto presidencial el control de tránsito aéreo volvió a la órbita de la Fuerza Aérea Argentina, desde entonces surgieron listas negras y desplazamientos de controladores porque estos se resistían a cumplir ciertas órdenes de los uniformados.

Según fuentes de los gremios que agrupan al personal aeronáutico, en los últimos meses se habrían separado de sus cargos a más de 30 controladores lo cual produjo un grave déficit de personal técnico con experiencia. Cabe destacar que la formación de personal calificado no se puede realizar por decreto de un día para el otro.

El problema más reciente habría surgido cuando se procedió a separar a dos controladores de Aeroparque del turno noche sin tener en cuenta que no se contaba con reemplazos para ellos. Por ese motivo habría quedado un solo operador para controlar varias frecuencias y todos los vuelos que aterrizan en Aeroparque. Ante la situación, el operador optó por proceder conforme a las normas vigentes internacionalmente, limitándose a atender vuelos sanitarios, de emergencia y, por supuesto ¡cómo no hacerlo!, del Estado. No hace falta ser experto para concluir que resulta imposible mantener la seguridad de los vuelos en una situación como la descripta.

Al público llega la información de que hubo un paro, pero la verdad es que no existe una política aeronáutica, lo cual genera –y generará– todo tipo de dificultades en la aviación civil, tanto en materia de control de tránsito, como en los de muchas otros vitales sectores de la aviación, verbigracia, allí están las consecuencias que emergen por el inconsulto y abrupto cierre del Aeropuerto Internacional San Fernando.

En estos tiempos se discute en el mundo entero la forma en que se deberán organizar los servicios de tránsito aéreo del futuro. Las grandes líneas de cómo se opera –y se operará– en la aviación evolucionan al ritmo de las nuevas tecnologías, pero algo está bien claro: no hay lugar para la improvisación y el emparche.

Imponer por la fuerza la forma en que deben organizarse los servicios de tránsito aéreo es como ordenarles a los cirujanos cómo manejar los quirófanos sin tener en cuenta los protocolos científicamente probados y convencionalmente aceptados.  Tal como estamos los riesgos son demasiado grandes.

Fuentes: http://www.lapoliticaonline.com y otras.

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