No se puede decir que Mendoza sea la capital de la aviación por el intenso tránsito aéreo, más bien que se trata de una plaza en la que todo el ambiente aeronáutico conoce muy bien lo que sucede.
Cuando el Presidente de los Estados Unidos llega a una nación, el Servicio Secreto pide que no se aterrice en el aeropuerto durante los 20 minutos previos y los 20 minutos posteriores al aterrizaje del Air Force One. Esto lo señalamos para que se tenga una proporción del caso.
El año que viene se realizará en Buenos Aires la Cumbre del G20. La pregunta que surge es: ¿se blindará Capital y Gran Buenos Aires al punto de clausurar su aviación general? ¿Seremos los porteños restringidos en nuestras libertades para que nadie corra riesgos?
Puede tomarse el caso de Mendoza como una anécdota y más de uno verá el asunto baladí, sin embargo, las sucesivas medidas que se dictan deberían ser consideradas cuidadosamente, ya que podríamos estar ante los umbrales de un creciente, continuo y asfixiante control militar del espacio aéreo bajo la premisa de la lucha contra el crimen.
Existen concepciones del poder que no reparan en medios para alcanzar ciertos fines. A todos nos alivia cuando una banda delictiva es atrapada, pero cuando las encuestas ponen a la inseguridad al tope de las preocupaciones del elector y la política quiere mostrar ejecutividad, el afán por evitar cualquier hecho resonante podría llegar a extremos en los que se pierde la proporción y la consideración por derechos garantizados.
Tengamos cuidado, la falta de profesionalidad en materia de seguridad nos podría llevar al avasallamiento y hasta la brutalidad que está soportando hoy la aviación de Mendoza.
Hace horas el programa televisivo “Telenoche”, plasmó en imágenes el desbarajuste en el registro oficial de las aeronaves y su actividad. Si bien los testimonios no son nuevos para quienes están en el medio aeronáutico, los colegas aeroaplicadores entrevistados y un abogado experto en la materia, expusieron el serio problema que representa una aviación marginal que la autoridad no controla por ineficiencia, a la vez que aumenta la presión sobre quienes están en regla. Esta situación ejemplifica que cuando el Estado falla en su trabajo y resulta desbordado, sólo atina a restringir y PROHIBIR sin distinciones.
Otra vez: ¡Estemos alerta! Desde hace años la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria) complica a la aviación civil porque no es capaz de establecer con inteligencia (tanto de materia gris como de la otra), protocolos de seguridad que ejecuten competentemente sus agentes sin vulnerar derechos, mientras profundiza rampante sus métodos. Esto se puede extender en todo el ámbito aeronáutico. Es más: se está extendiendo en este mismo momento.
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