Un largo discurso por un día que algunos olvidaron

Todos los 5 de noviembre se recuerda el natalicio de don Aaron Félix de Anchorena.

Hombre polifacético, Anchorena participó en competencias automovilísticas, expediciones patagónicas, fue un entusiasta de la conservación natural y, entre otras muchas habilidades e intereses, sumó a su espíritu la pasión aeronáutica. Había volado por primera vez en Francia, de la mano del brasileño Santos Dumont. Poco tiempo después, Anchorena se asociaría al Aero Club de Francia, país en donde obtendría su brevet de Piloto de Globo y adquiriría un aeróstato de envoltura de seda al que bautizaría con un nombre criollo: “Pampero”.

Regresado a la Argentina, el 25 de diciembre de 1907, a las 11 horas y en compañía de don Jorge Newbery, Anchorena se elevó desde los campos de la Sociedad Sportiva Argentina (hoy Campo Argentino de Polo, en Palermo) poniendo en marcha en nuestro país el cronómetro de la historia aeronáutica civil primero, y militar también. Fue el vuelo que inició la actividad aérea de puro cuño nacional.

Un año después, un 13 de enero, Anchorena y un grupo de entusiastas, fundaron el Aeroclub Argentino.

Ese fue el puntapié inicial; así comenzó todo y no debería haber razón para olvidarlo.

Hace unos días recibí un mail del Forum Municipalista, firmado por Miguel A. Torrendell, en el que se advertía, con gran pesar, sobre la falta de un festejo oficial del Día de la Aviación Civil Argentina. ¡Oportuna advertencia!

Luego se informó que el Aero Club de Mercedes, provincia de Buenos Aires, organizador de un festival aerodeportivo para el 5 y 6 de noviembre, impulsaría el festejo en ese ámbito, bajo el lema “El cielo argentino es de todos, y todos tenemos derecho a transitarlo libremente”;

sin duda un rápido reflejo seguido de una excelente idea y una adecuada frase llena de vigente significado para no dejar pasar una fecha tan relevante. ¡Felicitaciones!

Un poco más tarde, otro mail llegó a la casilla de Aeromarket, sus firmantes, los señores Gabriel Pavlocic y Esteban Raczynski. En el texto invitaban, ante los silencios, a “… imprimir al menos, en colores de ser posible, una pancarta … (para ser pegada) en un lugar visible …” como recordatorio de “nuestro día”. ¡Otra gran iniciativa!

Seguramente habrá más.

Hasta el momento, la Administración Nacional de la Aviación Civil no ha convocado a ningún acto o reunión, ni siquiera a un minuto de silencio por los próceres . El 5 de noviembre parece ser, para los civiles que administran a la Aviación Civil Argentina, sólo un día más, un sábado como cualquier otro. Es como si evitar el recuerdo de quienes hicieron la aviación civil – y también la militar– pudieran con sus obras pasadas y perdurables, aumentar la opacidad de la anémica gestión que se viene realizando. ¿Qué otra lectura se le podría dar al asunto?

Este 5 de noviembre nos encuentra a los civiles en un lento pero firme proceso de unión, cerrando filas. Con el ánimo esperanzado y deseos de ayudar y apoyar a las autoridades, pero con la desconfianza de una realidad contundente y adversa, restrictiva y agobiante. Una realidad que tiene indicios que definen, muestras que marcan y omisiones que prueban.

Por ejemplo:

El aeródromo de San Justo, sede de aquel club que fundaron Anchorena, Newbery y otros nobles argentinos, se encuentra taponado por un hospital que pudo construirse 50 metros más allá o más acá y una cancha de fútbol alambrada en plena calle de rodaje. El predio todo está amenazado por el abandono o la usurpación. Además, el museo del Aeroclub Argentino sufrió la acción de furtivos depredadores y una parte de su centenaria historia ha desaparecido. Todo esto sin que ningún organismo oficial interviniera positivamente.
El Aeropuerto Internacional San Fernando, sigue sin Aduana y Migraciones lo cual degrada a ese importante centro de la aviación general a la condición de aeródromo, sin que los mayores responsables de la aviación civil hagan algo visible por resolverlo.

La Policía de Seguridad Aeroportuaria, respaldada por resoluciones del Poder Ejecutivo Nacional, ha frenado en forma alarmante la actividad aeronáutica como si su razón de ser se fundara en la sórdida consigna de ¡todos son culpables hasta que demuestren lo contrario! Es como si los últimos vestigios de recato republicano hubieran sido derrocados sin que la Administración muestre siquiera atisbos de sorpresa.

El Aeródromo Presidente Rivadavia, Morón, primer aeropuerto civil de la Nación, convertido en base militar por la fuerza de un decreto que refrenda la ocupación de una época sin derecho, se levanta como el monumento al desperdicio. Su magnífica infraestructura, con edificios recuperables, importante planta de combustible, larga pista, plataforma holgada y cientos de hectáreas disponibles, gritan a los cuatro vientos que allí están dispuestas a servir a la Nación desde la producción más que desde las armas y al vuelo civil más que al no vuelo uniformado. Y no se expone esta realidad porque se considere a la Fuerza Aérea, hija de los mismos padres, como parte de una actividad noble que bien podría compartirlo todo como se hace entre hermanos, sino porque desde la propia Fuerza, que tantos ofrendó en defensa de la Patria, se sigue excluyendo a la civilidad sin generosidad ni memoria.

El Instituto Nacional de Aviación Civil –hermano menor de la activa Escuela Nacional de Náutica y también de la Fluvial– sabiamente ubicado en el aeródromo civil Presidente Rivadavia, es otra llaga abierta en la vida de la aviación. Pensar que allí se formaron generaciones enteras de pilotos con la ayuda de una nación más visionaria que rica, llena de estupor. Cuesta comprender por qué esta institución notable fue dejada al margen de la restructuración de la aviación civil. Indigna saber que las aeronaves, adquiridas para la práctica del vuelo civil, han migrado malversadamente para llenar faltantes que, vale la pena señalarlo como argentinos de bien, también nos duelen. Mientras esto sucede, quienes tendrían que estar actuando yacen pasivos en sus despacho, o así parece.

El caso del aeropuerto de Rosario “Islas Malvinas”, perteneciente al Sistema Nacional de Aeropuertos, pero no concesionado, que corre el riesgo de perder su salida autónoma del país, es otra afrenta. Sucede, que la autoridad aeronáutica correspondiente, no permite la continuidad de los vuelos de LAN con destino a Perú. Mientras que el Estado provincial, conciente de las implicancias que una salida aérea al exterior tendría para una región, realizaba mejoras en la infraestructura aeroportuaria, el poder central decidía dar por terminada la precaria franquicia que se había logrado por la vía judicial. Ciertamente, resulta muy difícil no sospechar que se trata de un problema de caja: Si la ventanilla de Rosario cobra la tasa de embarque al exterior, Ezeiza pierde ingresos que considera cautivos. Es la lógica del monopolio.

Y lo dicho hasta ahora casi al azar pero con la fuerza de la verdad, es sólo una parte que se recuerda a vuelo de pluma. Son temas de peso que no pretenden minimizar otras cuestiones más cotidianas, como por ejemplo, aquel comunicado que rezó: Debido a la mudanza del Dpto. CONTROL EDUCATIVO al Edificio Central de la ANAC, desde el viernes 7 de octubre próximo hasta nuevo aviso (el subrayado es nuestro), no se dará curso a nuevos trámites, ni se atenderá al público. Los trámites deberán ingresar por la Mesa General de Entradas de la ANAC, ubicada en Azopardo 1405 (1063) CAPITAL FEDERAL.” , medida que se aplicó sin que nadie en la pirámide de las decisiones reflexionara sobre la mera posibilidad del perjuicio o dificultad que podría ocasionar a los usuarios semejante decisión. Atemoriza pensar que quienes dirigen una actividad que suele basarse en la planificación pormenorizada y los procedimientos establecidos, no puedan abordar una simple mudanza.

Ni hablar de las pérdidas de autoridad jurisdiccional. Hoy cualquier municipio cree tener la facultad de permitir o impedir el trabajo aéreo, sin importar si el cielo es federal, provincial o local. Sucede que una creciente ola de iluminados, amparados por supersticiones y alejados de toda ciencia y argumentos, han llegado a la conclusión de que la aeroaplicación daña la salud sin importar que toda empresa agroaérea habilitada cuenta con profesionales seriamente formados, debidamente acreditados y respaldados por la autoridad aeronáutica y sanitarias de la naciona. Mutis por el foro. Nadie acude en defensa del trabajo aéreo legítimo que se realiza con controles muchos más laxos en países como Estados Unidos, Brasil, Canadá, Australia o la progresista Nueva Zelanda.

El discurso podría ser más largo y amargo, y el por algunos olvidado Día de la Aviación Civil, más triste.

No es que reneguemos de lo que hemos pregonado desde Aeromarket por décadas: Una aviación civil administrada por civiles. Más bien lo reivindicamos. Simplemente, nos sentimos desilusionados porque lo que debería haber sido saludable ha resultado hasta ahora igual de ineficiente. Solo espasmódicamente se adoptan resoluciones razonables que saludamos con bombos y platillos porque generan expectativas. Pero las políticas de fondo siguen sin aparecer y las formas se han desdibujado demasiado.

Hoy es 5 de noviembre, Día de la Aviación Civil. Festejemos la historia y estrechemos filas para recuperar el protagonismo necesario para que nuestra actividad tenga futuro.

Luis Alberto Franco

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