Ayer al mediodía, cuando llegamos para verificar si el Aeropuerto Internacional de San Fernando comenzaba a operar de nuevo, la lluvia caía profusamente. A poco de ingresar nos informaron que por un anemómetro que estaba fuera de servicio se prolongaría el cierre del aeropuerto por algunos días más. Poco después vimos que se encendieron las balizas.
Recorrimos el lugar. Desde un ventanal observamos a un bimotor hacer una pasada, parecía una aeronave que no fue autorizada a aterrizar, pero no lo pudimos confirmar. El viento estaba calmo y el lugar donde se realizaron las obras, como era lógico por el gran movimiento de camiones y máquinas que habían trabajado sobre el terreno durante semanas, estaba embarrado.
Hasta las 15 no había actividad pero, para el final de la tarde, San Fernando volvió a la vida normal, comenzó a operar nuevamente.
Hacemos votos para que todos los actores puedan coordinarse para darle a ese importante aeropuerto el brillo que debe tener. Que el sector público y el privado, los responsables de la seguridad en todos sus aspectos y los usuarios (casi siempre contribuyentes y quienes en definitiva financian todo el movimiento que allí se genera), cada cual en su rol, puedan hacer de ese estratégico lugar de trabajo y producción, un ejemplo de convivencia y progreso.