La noticia circuló por los medios durante las últimas semanas y generó revuelo en la aviación y una cierta satisfacción en los embanderados del cambio climático antropogénico (generado por los humanos) en general y anti aviación en particular. El texto rezaba: “El impacto de la aviación en la crisis climática es tres veces superior a lo que se pensaba (…) El infome reconoce que sólo se medía el impacto asociado al CO2, dejando de lado el impacto generado por otros gases como óxido de nitrógeno (NOx), vapor de agua, hollín y carbono negro que también liberan los aviones comerciales”.
La noticia se complementaba con la “evidencia (de) un informe encargado por Bruselas a la Agencia de Seguridad de la Aviación de la Unión Europea (EASA) en el que se detalla cómo las políticas ambientales no han conseguido abordar los impactos que tienen otros gases distintos al CO2 en el sector aéreo”.
Según la información los datos que no se habrían considerado anteriormente demostrarían que estos gases confirmarían que la huella ecológica del sector aeronáutico incidiría en de modo decisivo en la “crisis climática”.
A partir del informe, ambientalistas como Pablo Muñoz Nieto, coordinador de Aviación de Ecologistas en Acción, una de las cien organizaciones que integran “Stay Grounded” y Jo Dardenne, responsable de Aviación en la organización europea “Transport & Environment” (T&E) reclamaron medidas inmediatas a Bruselas. “Es necesario abordar urgentemente las estelas de vapor y otros efectos de la aviación distintos del CO2 para evitar la crisis climática. La UE debería garantizar que el transporte aéreo no se recupere a los niveles anteriores al Covid-19, al mismo tiempo que hace que los aviones vuelen rutas más inteligentes y utilicen combustibles de fuentes renovables”.
Siempre de acuerdo a la información que suministraron agencias como Reuters, el reconocimiento de Europa no avalaría los propósitos del colectivo ambientalista que integran, entre otros, la adolescente Greta Thumberg, ya que EASA habría respondido que las medidas para frenar la escalada de emisiones demorarían entre cinco y otro año en implementarse.
Siempre de acuerdo a la información que suministraron agencias como Reuters, el reconocimiento de Europa no avalaría los propósitos del colectivo ambientalista que integran, entre otros, la adolescente Greta Thumberg, ya que EASA habría respondido que las medidas para frenar la escalada de emisiones demorarían entre cinco y otro año en implementarse.
La respuesta es “politicamente correcta”, ya que cualquier persona informada sabe que si hay un logro concreto en la industria aeronáutica es la reducción del impacto ambiental que podría generar la actividad gracias a la extraordinaria eficiencia de las aeronaves en materia de nuevos motores (menores emisiones y ruido), aerodinámica e implementación de compuestos que, entre otras innovaciones, se aplican constantemente en la industria.
Voces a tener en cuenta
En 2018, el Banco de Suecia entregó el Premio Nobel de Economía a los académicos William Nordhaus y Paul Romer por integrar el cambio climático y la innovación tecnológica al análisis macroeconómico atendiendo algunos de los problemas urgentes para lograr un crecimiento sustentable y sostenido.
El aporte de Romer se conoce como la “teoría del crecimiento endógeno”. Esta teoría demuestra matemáticamente cómo la acumulación de conocimiento genera crecimiento económico en el largo plazo. En palabras más simples, Romer explica cómo el crecimiento económico es impulsado por las fuerzas más orgánicas del mercado: las personas y su conocimiento. Además, brinda claves para generar contextos que promuevan la innovación y por ende el desarrollo de las economías.
Para obtener los resultados esperados en la teoría, es necesario superar algunas dificultades. Cuando el conocimiento está disponible, abierto, documentado, y bien comunicado es posible reutilizarlo, enriquecerlo, innovar. Abrir el conocimiento hace referencia a varias líneas de actuación como datos abiertos, contenidos educativos y prácticas educativas. En conjunto estos elementos pueden conformar una red importante de información que promueva e incentive a nuevos investigadores a desarrollar trabajos más completos y más alimentados de evidencia previa a un costo menor.
Para “combinar recursos” es necesario “combinar el conocimiento”. En este sentido, las herramientas abiertas y las plataformas que promueven el intercambio de conocimiento abierto son excelentes para acelerar la innovación. En este caso, el valor agregado de las herramientas de código abierto lograría un alto nivel de colaboración.
En este contexto, la colaboración no debe verse sólo como un intercambio de conocimiento entre expertos sino como un intercambio que se da también con las comunidades, la integración de ideas que nacen de experiencias del día a día es una condición necesaria para la innovación.
Según explica el Nobel, es necesario que existan incentivos para la innovación y la apertura de conocimiento. El uso de cierto tipo de patentes, incentivos económicos del sector público a agentes privados e incluso un cambio cultural en la percepción que tenemos del emprendimiento y la experimentación, son factores explorados por el autor.
La confianza es un elemento fundamental en la Teoría de Crecimiento Endógeno, y los escenarios colaborativos que promueven las iniciativas de conocimiento abierto trabajan justamente sobre ese valor. Hemos visto crecer exponencialmente tecnologías y organizaciones que se basan en la confianza, a través de la economía colaborativa y tecnologías como Blockchain. Quizás esto nos daría una clave de hacia dónde se mueven las tendencias de la sociedad.
La discusión sobre el cambio climático no tiene demasiado sentido porque todo indicaría que el cambio se está produciendo sin solución de continuidad desde que el planeta existe, la controversia está en cuál sería la causa de esa prolongada y constante dinámica. Es en ese campo que se producen las a veces virulentas discusiones de la ciencia que, lamentablemente, no logran coincidencias. No hay dudas que los ambientalistas –que sería adecuado distinguir de los ecologistas– han politizado, muchas veces hasta el borde mismo de la violencia, el debate en la materia.
Hace dos años, NATURE publicó un estudio de algunos de los científicos climáticos más destacados del mundo que aseguraba que los océanos se estaban calentando “un 60% más de lo que se pensaba”. Los investigadores utilizaron sistemas de modelado de última generación y sus conclusiones fueron recogidas por los medios de todo el mundo. Sin embargo hubo un problema, la investigación era incorrecta.
En aquella oportunidad se alertó y solicitó que los recortes de emisiones establecidos en el plan mundial para prevenir desastres climáticos tendrían que recortarse otro 25 por ciento.
Unos meses después, Nicholas Lewis, un investigador escéptico de la responsabilidad humana en el calentamiento global, detectó un error matemático en el artículo de Nature: “Sólo unas pocas horas de análisis y cálculos fueron suficientes para descubrir errores aparentemente graves (pero seguramente inadvertidos) en los cálculos subyacentes”, dijo Lewis en su blog.
Peter Frumhoff, jefe de la Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Preocupados), dijo que la corrección del estudio oceánico fue “algo espectacular”, y agregó: “El reconocimiento y la corrección rápidos y transparentes de errores inadvertidos en artículos científicos está en el corazón de lo que separa la ciencia del dogma”. Frumhoff tiene razón, por eso no hay que aceptar ligeramente lo que se publica y mucho menos ser impulsores del pánico. Lo que verdaderamente interesa es la evidencia sólida y reconocer que en la mayoría de los temas ecológicos la ciencia y la tecnología que de ella emerge proveerán las “soluciones de compromiso” que permitirán paliar los fenómenos cuyo origen no suficientemente explicables pueden tomarse de manera absoluta.