Luego de dos semanas, el peso de la huelga de 33.000 maquinistas en Boeing sumaría unos 1.400 millones de dólares. Estas pérdidas se suman a un déficit muy serio que enfrenta el fabricante desde el comienzo de las crisis por defectos en sus productos y otras ineficiencias graves.
Para reducir las consecuencias financieras, la compañía ha decidido ahorrar congelando las contrataciones y las licencias temporales, recortado salarios de sus ejecutivos y suspendido los pagos a ciertas empresas de consultoría que hacen lobby en Washington D.C.
Aunque el próximo viernes habrá una reunión entre la empresa y la Asociación Internacional de Maquinistas (IAM), no se tiene ninguna certeza sobre un acercamiento a una solución a las demandas del sindicato.
Las pérdidas de la compañía significan 1.100 millones en costos que deberán afrontar los accionistas en sus retribuciones y unos 207 millones de costos directos por el impacto en la producción.
Los analistas dicen que la segunda semana de huelga ha sido más costosa que la primera. “Las pérdidas adicionales de esta semana para los proveedores de Boeing y los trabajadores no pertenecientes a Boeing que están en Seattle fueron afectadas por la medida de fuerza gremial en montos que se estimaron en 144 millones de dólares y 25 millones de dólares, respectivamente”, dijeron los especialistas de Anderson Economic Group.
Hasta ahora el sindicato rechazó dos propuestas de la empresa. La última oferta de Boeing incluyó un aumento salarial del 30 por ciento y un bono de ratificación del contrato de US$ 6.000, que duplicaba lo que se ofreció inicialmente.
El sindicato ha reconocido que un 30 por ciento de aumento es un progreso en las negociaciones, sobre todo luego de haber recibido aumentos salariales del 8 por ciento durante los últimos 10 años, lo cual está muy lejos del aumento de precios que registró la economía norteamericana en el mismo período.
La huelga atrajo la atención y el apoyo de los legisladores demócratas en Washington; tal fue el caso de la senadora María Cantwell (demócrata por Washington), que preside el Comité Senatorial de Comercio, Ciencia y Transporte, que publicó en X fotografías de trabajadores en huelga con el texto “Apoyo a los maquinistas”. Otros legisladores, entre ellos los representantes Pramila Jayapal (demócrata por Washington), Rick Larsen (demócrata por Washington) y la senadora Patty Murray (demócrata por Washington), también han expresado su apoyo a los huelguistas.
El paro de los maquinistas es muy serio por el contexto en que se presenta, ya que Boeing arrastra una situación muy comprometida por sus errores de conducción y, sobre todo, de ingeniería.
El director financiero de Boeing, Brian West, envió a los empleados de la compañía un correo electrónico en el que advertía sobre los desafíos que enfrenta el fabricante: “Esta huelga pone en peligro nuestra recuperación de manera significativa y debemos tomar las medidas necesarias para preservar el efectivo y salvaguardar nuestro futuro compartido”, dijo West.
Al inicio de la huelga, la consultora Fitch Ratings advirtió que un conflicto prolongado podría tener un impacto operativo y financiero significativo, lo que podría dejar a la empresa en riesgo de una rebaja de calificación crediticia, lo que significaría que pagará más intereses por sus deudas y le será difícil conseguir dinero en el mercado financiero.
En la huelga de 2008, Boeing tardó entre cuatro y seis semanas en volver a los niveles de producción previos a un paro que se prolongó por 57 días.
La tormenta perfecta
La huelga se suma a la tormenta perfecta en la que está Boeing, ya que a la crisis de ingeniería, consecuente calidad de los nuevos aviones, problemas en la cadena de suministros, contención y arreglos de los problemas judiciales, se le suman los conflictos que el fabricante genera a sus clientes y las multas a las que se enfrenta por no cumplir con las entregas de aviones. Es tan grave el problema que muchas aerolíneas –incluso las de primer nivel– están sufriendo problemas de rentabilidad porque Boeing no les entrega los aviones que necesita para que se mantengan competitivas en el difícil mercado del transporte aéreo.
Entre las compañías que sufren los retrasos en la entrega de aviones de Boeing están la sólida y admirable Lufthansa, la agresiva Ryanair y Southwest.
Recientemente Lufthansa informó que tuvo pérdidas de USD 473 millones en la primera mitad de 2024, frente a los USD 165 millones de ganancias operativas en el mismo período de 2023. Ante esta situación, el CEO de la aerolínea alemana dio que una parte de las pérdidas se tienen que atribuir a Boeing porque la compañía debería estar operando 43 aviones nuevos que el fabricante estadounidense no ha podido entregar, entre ellos 15 787-9 que están detenidos en Charleston, Carolina del Sur, en los Estados Unidos, a la espera de certificación de los asientos de primera clase, lo cual hizo que la empresa siga operando aviones que deberían haberse retirado de su flota activa.
En el caso de Ryanair, Michael O’Leary, se quejó por la huelga en Boeing, pero dijo “no tenemos otra opción que trabajar con Boeing una vez más” para terminar con la huelga para regularizar la producción, ya que la aerolínea que lidera tiene que recibir cientos de aviones 737 MAX 8 y 10 que son imprescindibles para la ecuación financiera de la compañía.
Para Southwest, las cosas también tienen un costo que debería ser resarcido, ya que ha perdido mucho dinero por no disponer de aviones que debería haber recibido. Está claro que la mayor aerolínea de los Estados Unidos enfrenta otros problemas graves, pero los retrasos del gigante aeroespacial norteamericano la afectan sensiblemente en sus posibilidades de reducir costos en medio de una imprescindible reestructuración.
Estos tres ejemplos muestran las consecuencias que tienen los conflictos de Boeing sobre una industria aerocomercial cuya rentabilidad, cuando la hay, es muy exigua.