Según informaron REUTERS y medios periodísticos japoneses, Mitsubishi Heavy Industries LTD. habría tomado la decisión de poner fin al desarrollo del avión Mitsubishi SpaceJet. La aeronave, que anteriormente se denominó Mitsubishi Regional Jet (MRJ), ha sido un problema para el conglomerado japonés por una serie de contratiempos financieros, legales y del propio desarrollo del avión. La seria decisión de la compañía sería profunda ya que no se limitaría a la liquidación de un proyecto, sino de la toda la unidad de negocios Mitsubishi Aircraft Corp.
Hay que recordar que el proyecto Mitsubishi Spacejet es público-privado y que la inversión realizada hasta la toma de esta drástica decisión alcanzó 1 billón de yenes (7.580 millones de dólares).
MHI había congelado el desarrollo del avión regional a fines de 2020, cuando el presidente y CEO del grupo, Seiji Izumisawa, anunció que la compañía «se detendría por un tiempo». Luego de aquella declaración se avanzó lentamente e incluso se realizaron vuelos de prueba.
El proyecto del avión fue tomando forma hasta que en 2008 se anunció que se fabricaría un avión de 90 asientos (que luego se redujeron a 76) cuyo nombre inicial fue Mitsubishi Regional Jet; el lanzamiento contó con el apoyo del Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón que contribuyó con más 50 mil millones de yenes en la primera etapa.
La participación de los Estados suele justificarse con la idea de “fomentar” la industria aeronáutica, lo cual significa que los contribuyentes sostendrán parte de un programa que tiene incentivos generalmente contrapuestos con las necesidades y prioridades del mercado.
La resonante decisión de cancelar el desarrollo del avión trae de la memoria el caso de la venta que realizaron Bombardier y la Provincia de Quebec del costoso programa CSeries a Airbus. Aquel programa canadiense cuya ejecución habría costado unos 10.000 millones de dólares, tuvo ahogos financieros graves hasta el punto de poner en riesgo de quiebra a todo el grupo industrial Bombardier, y al gobierno provincial de Quebec en una delicada situación política, por el inabordable problema de la falta de interés del mercado, algo que Airbus, con la inserción del segmento A220 en su menú de opciones, logró revertir con éxito. En los acuerdos de venta, Airbus se comprometió a mantener centros de fabricación en Quebec.
Con el SpaceJet, la voluntad política de los dirigentes de Japón y la capacidad técnica de un grupo como Mitsubishi, parecen haber caído en la tentación de participar de una industria sumamente compleja. Probablemente pesó en la decisión de embarcarse en un programa tan costoso, el antecedente de haber construido el legendario turbohélice YS-11, que realizó su primer vuelo en 1962, y que es recordado en la Argentina porque fue parte de la flota de Austral Líneas Aéreas.
En los últimos dos años, la nómina de la empresa Mitsubishi Aircraft se había reducido de 1.000 personas, incluidos ingenieros extranjeros, a alrededor de 100 que ahora serán reubicados o despedidos. La decisión de terminar con los negocios de aviación civil incluirá también el cierre de la base de la compañía en el estado de Washington, Estados Unidos, lugar en el que el SpaceJet realizo vuelos de prueba.
El fin del proyecto deja a tres empresas compitiendo en el mercado aerocomercial: Airbus, Boeing y Embraer, a los que se podrían agregar a los fabricantes chinos y rusos si no fuera porque no producen aviones que demanda el mercado global; además de las restricciones que se impusieron a Rusia por la invasión a Ucrania.
La información disponible no indica que Mitsubishi Heavy Industries venderá el programa tal como lo hizo Bombardier con los modelos CSeries. Tampoco se sabe nada del programa CRJ que la empresa canadiense habría vendido a MHI en 2020 y que es una activa unidad de negocios de mantenimiento (MRO).
El grupo no dio información sobre su participación en desarrollos militares como el proyecto GCAP, en que Japón está asociado con el Reino Unido e Italia, para desarrollar un avión de combate de nueva generación para 2035.