Rusia invadió a Ucrania y los diarios hablan de la Tercera Guerra Mundial. No es la primera vez que lo hacen, porque ya lo hicieron con la crisis de los misiles en 1962, y en alguna otra oportunidad pero, dadas las circunstancias, es una realidad inquietante.
Las guerras siempre afectaron a la aviación e incluso son un gran motor para su crecimiento técnico. Las postguerras suelen ser tiempos de auge. Si pasamos revista, la Primera Guerra Mundial dio los primeros grandes presupuestos para la construcción de aviones y a su fin nació la aviación comercial, la Segunda también impulsó a la industria y a su fin crecieron el transporte y la industria, pero no hay reglas fijas y, además, nunca hubo situaciones como ésta, en la que entran en juego los principales arsenales nucleares del planeta.
Durante los conflictos, también, todas las actividades aeronáuticas civiles se vieron afectadas, faltaron insumos, fundamentalmente aviones, y hubo restricciones de todo tipo. Valgan como ejemplos el parate de la aviación argentina que hubo durante la Primera, y el desarrollo aerocomercial después de la Segunda, con materiales excedentes de guerra.
Durante las conflagraciones también escasean los combustibles y los alimentos, hay mayor inflación en todo el mundo, la inestabilidad financiera crece y desaparecen grandes empresas que parecían inconmovibles.
Pan American, que fue herramienta fundamental en la arquitectura de la Segunda Guerra Mundial, cayó como un castillo de naipes como consecuencia secundaria de los conflictos del Medio Oriente, fundamentalmente el terrorismo y la Guerra del Golfo.
Con estos antecedentes, pensar en la aviación argentina en una conflagración mundial importante, es poco alentador.
Con estos antecedentes, pensar en la aviación argentina en una conflagración mundial importante, es poco alentador. La actividad militar, que apenas puede sostenerse con una política de bajos presupuestos que viene de lejos, probablemente quede reducida a una expresión menor que la actual, y la civil, débil de por sí, va a tener que adaptarse a una realidad que puede ser devastadora.
Todos los factores son conocidos. La política exterior es errática, el país está fundido y depende de la benevolencia de los organismos internacionales de crédito, la política aeronáutica, más allá de algunos devaneos de la interna del partido gobernante, no existe, La línea aérea estatal no puede sobrevivir sin subsidios injustificables, buena parte de la aviación general está sospechada, y podríamos seguir describiendo problemas gravísimos que afectan al sector y que son incompatibles con una situación de guerra mundial.
El futuro de nuestra aviación pintaba mal. Ahora pinta peor.