A la búsqueda de creatividad gremial

Editorial Aeromarket impreso edición 214

El piloto y el amante de la aviación son por definición hombres comprometidos con la dinámica de la innovación y el progreso. En ese sentido, el piloto (y los aeronautas en general) representa por antonomasia cambio y modernidad.

Hubo un tiempo en que las tripulaciones estaban compuestas por pilotos, navegantes e ingenieros o mecánicos de abordo, eran épocas en que estrellas y sextantes resultaban necesarios para la navegación; luego, la tecnología aportó equipamientos como los inerciales, Omega, Loran y hasta los más avanzados equipos satelitales (el orden en este caso no importa) y el navegante dejó de ser una necesidad. Más adelante sería el ingeniero quien cedería su lugar a sistemas que podían ser controlados por piloto y copiloto. Hoy, la tecnología sigue su ritmo implacable y aviones cada vez más eficientes alejan al pulso humano de un vuelo que requiere una delicada precisión en espacios aéreos cada vez más reducidos. Esa es la realidad.

Lo descripto pasa en la aviación y en casi toda disciplina o actividad, incluidas las organizaciones de la sociedad. En ese contexto, las formas que toman las empresas, las relaciones laborales, las preferencias personales libres y las posibilidades de subsistir en una globalización que es producto de lo mismo que permite que la expectativa de vida promedio del ser humano se prolongue día a día, hacen que los modelos productivos deban adaptarse y las personas también. No cabe duda que la mujer y el hombre tienden a permanecer en el confort de lo conocido y resisten a lo nuevo, por eso resulta inevitable abordar el desafío de pensar en forma creativa y justa el porvenir. En el pasado, los gremios que se originaron en los artesanos para buscar protección común, lograr mejoras en sus condiciones de vida, continuidad laboral y establecer sistemas de aprendizaje y progreso cumplieron un rol importantísimo, pero sus posiciones de resistencia y lucha no siempre han aceptado el cambio de los tiempos, sino que se cerraron detrás de una visión corporativa de la sociedad que alcanzó ribetes dramáticos cuando lo sectorial importó más que la convivencia democrática y el futuro. Podría aceptarse que aquella conflictividad ocurriera en una sociedad con una dinámica de desarrollo más lenta a la actual, pero no ante la realidad que se vive hoy en todo el mundo. Por eso, el presente exige una creatividad especial a las organizaciones gremiales para repensar su rol en una sociedad que no está por venir, sino que cambia en forma permanente. Y mucho más si esas entidades agrupan a quienes están —o deberían estar— acostumbrados a lidiar con lo moderno.

El choque, la prepotencia, la barricada, el piquete, el bloqueo o la cerrazón y hasta el chantaje no pueden ser ya el modelo que se aplique en las nuevas formas de relación que la sociedad necesita. No cabe duda que la política y el diálogo deben primar en la búsqueda de soluciones que articulen el complejo acople de naturaleza cultural entre lo que se deja y lo que viene. El mundo entero está en el debate de cómo se darán los siguientes pasos en materia laboral y de desarrollo con rostro humano y sostenible en el marco de una libertad que dignifique lo que somos.

En ese contexto, el gremialismo aeronáutico vernáculo debería dar un mejor ejemplo y ponerse al frente en la búsqueda de soluciones y procesos que no impidan el progreso, sino que lo faciliten al comprender que hay situaciones del pasado que ya no pueden ser sostenidas por el conjunto de una sociedad que no siempre recibe los beneficios de lo que se le exige financiar.

En las últimas audiencias públicas que se celebraron para analizar el potencial de nuevas aerolíneas y modalidades de operación y trabajo en materia de transporte aéreo, el sindicalismo no estuvo a la altura del desafío global en curso. Sus amenazas, bravuconadas y pocas ideas de cara al futuro lo alejaron de la pasión que la propia actividad significa, a la vez que representaron un mensaje desesperado para la sociedad y sembraron el desaliento entre los más débiles eslabones que deberían proteger.

La Argentina debe construir unida alternativas distintas, pensarse desde una posición que elabore las mejores soluciones a partir de un diálogo intenso pero fecundo y con sinceros deseos de alcanzar la mejor alternativa para el conjunto.

Si los actuales actores sindicales no van en pos de la evolución de los tiempos no quedarán dudas de que lo único que pretenden es permanecer para sostener o incrementar influencias que cada día son menos toleradas por la ciudadanía y, sobre todo, por aquellos jóvenes pilotos y técnicos que buscan acceder a un mercado laboral que presenta una demanda de profesionales sostenida.

Es de esperar que pronto los dirigentes se coloquen encima de la ola y no que sean tapados por ella arrastrando a quienes los siguen y no se enteraron de lo que está sucediendo en todas partes.

 

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