Vivimos en un país de casi 2.800.000 km2 pero por alguna razón que conduce a suspicacias, se sigue promoviendo la construcción de viviendas en el Gran Buenos Aires. Esto es más grave cuando se toman espacios establecidos para actividades específicas sin considerar inversiones realizadas, atender a cuestiones básicas de planificación urbana ni explicitar con espíritu republicano los criterios que llevan a la toma de decisiones.
Así se procedió cuando, entre gallos y medianoche, se cercenó el predio del aeródromo de San Justo para construir un hospital que, paralizado hoy, anuló una pista y clausuró no sólo un lugar operativo de la aviación civil sino parte de la historia grande de la aeronáutica nacional. Todo esto, sin que las autoridades del Aero Club Argentino, hicieran algo efectivo que ciertamente estaba a su alcance.
Y así también pasó con el Aeródromo Presidente Rivadavia (Morón) cuando la entonces ministra de Defensa Nilda Garré y el otrora intendente de Morón, señor Martín Sabatella (hoy comisario de medios de comunicación) firmaron un acta-acuerdo en la cual la Nación, sin derecho claro que la autorice, cedió 70 ha. del campo de aviación para la construcción de viviendas que ya comienzan a observarse al oeste de la cabecera 010. Sin contar que además, el aeródromo lleva perdidas 12 ha. en las que se levanta un vivero (sí leyó bien ¡un vivero!), 20 ha. destinadas al agonizante proyecto PITAM, más el espacio que se usurpó para alojamiento o depósito de la Gendarmería Nacional y el desperdicio que significa el área militar destinada a una base cuya operatividad tal vez no se perciba por la habilidad profesional con que los estrategos deben haber enmascarado sus secretos tras las ruinas visibles de muchos de los edificios.
Cabe destacar aquí, lo dicho por cierto jefe militar que aseguró que con El Palomar sería suficiente para reunir a todos los efectivos de la Fuerza Aérea en la región, lo cual resultaría una útil racionalización de recursos para una fuerza que lamentablemente sufre todo tipo de carencias. ¿Será el primer paso de la recuperación de Aeródromo Presidente Rivadavia?
Mientras esto ocurre en el Gran Buenos Aires, otro tanto sucede en no pocos distritos del interior donde los aeródromos de los aeroclubes corren el riesgo de su desaparición, siendo San Antonio de Areco un emblemático y cercano ejemplo en el cual la intendencia busca hacerse de los valiosos terrenos por todos los medios a su alcance ante una abúlica inacción de la Dirección Provincial de Aeronavegación de Buenos Aires.
Ni qué hablar de la paralizada ANAC (Administración Nacional de Aviación Civil) que sólo se mueve y dedica fondos para exhibiciones aéreas, para comprar autobombas y aviones de entrenamiento que más allá de su utilidad, desconciertan al tratar de comprender cómo encajan en una política aeronáutica que seguramente está en plena ejecución. Dicho sea de paso, aún está pendiente el balizamiento de la repavimentada pista de Morón que tanto aplaudimos en su momento.
Además de lo expuesto, la falta de repuestos aeronáuticos, los aumentos desproporcionados de las gabelas de la ANAC para todos los trámites, el problema de las escuelas para definir las inspecciones de alumnos piloto, el salto de lo irrisorio a lo salvaje en las tasas municipales a las empresas radicadas en el Aeropuerto Internacional de San Fernando –sin que se pueda dilucidar la jurisdicción municipal tanto por el marco legal como por la ausencia de servicios y otras cuestiones– constituyen un panorama desalentador para la aviación civil de nuestros días.
No son muchos los medios que así lo expresan, pero se hace necesario exponer la situación de nuestra aviación con claridad para que a todos sean conscientes de lo que ocurre y tal vez algún funcionario tome cartas en el asunto. Además, cuando se tiene la misión de comunicar, el silencio pasa a ser una imperdonable complicidad, algo que no estamos dispuestos a cargar luego de 23 años de lucha en pos de una aviación civil en crecimiento.
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