En agosto de 2019 se encendieron las primeras alarmas en Boeing a raíz de problemas detectados en la parte trasera del fuselaje de algunos B787 Dreamliner. Todo refería a soldaduras que se habrían realizado en la planta de Boeing en North Charleston, Carolina del Sur. Las soldaduras robóticas son las que dan terminación en la unión de dos secciones a los efectos de prevenir cualquier debilidad en la estructura. En junio pasado se registraron otros problemas similares que por estar fuera de tolerancia generarían una fatiga estructural prematura en la parte trasera del avión.
Ante estos descubrimientos, la Federal Aviation Administration (FAA) dispuso una revisión completa del control de calidad en el ensamblaje del 787 que se realiza en Carolina del Sur.
En declaraciones al diario y portal The Seattle Times –Boeing no informa nada en su web y Prensa responde poco y evasivamente al periodismo– el fabricante reconoció que los problemas del avión estarían en el estabilizador porque “algunos de sus componentes se sujetaron con fuerza excesiva durante el ensamblaje, lo que puede dejar la estructura con espacios más anchos de lo aceptable entre los componentes”. El periódico agregó “que un portavoz de Boeing explicó que la ‘tolerancia de espacio’ requerida es de aproximadamente cuatro milésimas de pulgada, y que estos espacios normalmente se rellenan con ‘calzas compuestas’ ”.
En rigor, el origen de la imprecisión en la cola del avión es un problema que vendría de la planta de Salt Lake City, lugar en donde el fabricante ensambla esa parte de la aeronave.
Hasta ahora, las dificultades señaladas se registraron en 893 aviones de un toral de 982.
Aunque el problema está en vías de resolución, la FAA ha dispuesto un exhaustivo análisis del control de calidad en la fabricación del 787 Dreamliner y, probablemente, del resto de los aviones que Boeing produce o están en pleno desarrollo.