El Cielo Único Europeo (SES) podría reducir el 10% las emisiones de CO2, pero las demoras de la burocracia y la política de la Unión Europea –o algunos de sus miembros– no se miden con la misma vara con que se pide a la aviación privada para que logre complejos objetivos técnicos. Esto, que recientemente fue reclamado por Michael O’Leary, CEO de Ryanair, en una entrevista realizada por Eurocontrol (publicada por AEROMARKET) ha quedado expuesto luego de décadas de discusiones erráticas en el Parlamento Europeo y la falta de acuerdo para actualizar normas SES que son fundamentales para el sistema de gestión de tránsito aéreo.
Los principales escollos están en la resistencia de algunos Estados miembro por resquemores respecto de la soberanía nacional y control de sus espacios aéreos, lo cual aleja la posibilidad de cumplir con metas de descarbonización fijadas para 2030 u 2050.
Uno de los conflictos más serios es que el proyecto implica la competencia en materia de servicios de navegación aérea, además de permitir a las aerolíneas optar por rutas de vuelo en función de las condiciones meteorológicas, elegir la altitud óptima y que los aviones eviten zigzaguear entre diferentes bloques aéreos o posibilitar un descenso continuo y más eficiente de las aeronaves, entre otros puntos.
Airlines for Europe (A4E), la asociación de aerolíneas europeas, ha denunciado la falta de avance en las conversaciones y los hechos. Su director general, Thomas Reynaert, dijo claramente: “La falta de voluntad de algunos estados miembros para comprometerse y ayudar a reformar nuestro costoso, inflexible y fragmentado sistema de gestión de tránsito aéreo (ATM) en Europa es extremadamente preocupante. El Cielo Único Europeo es una forma a corto plazo y de bajo costo para reducir las emisiones de la aviación (…)”.
Los responsables y gestores de tránsito aéreo para el Cielo Único Europeo se excusan diciendo que no están atrasados sino que la complejidad del sistema es muy grande.