“Los aviones sienten”

La cultura aeronáutica • Por Luis Alberto Franco

Cuando era un niño de 8 o 9 años cerré la puerta de un Cessna 185 de un golpe. Mi padre, que estaba unos metros más adelante, giró sobre sus talones, se acercó a mi y me dijo “vení”, haciéndome un gesto para que lo siguiera. Fue hasta el avión, abrió la puerta, y luego, accionando el pestillo, la acercó hasta apoyarla y cerrarla con total suavidad. Luego me miró serio, pero con ternura, y me dijo: “hijo, los aviones sienten”. Desde entonces creí en eso porque papá nunca me mintió.

Hace unos años me crucé con el LV-IOD, un Cessna 180 con quien tuve el gusto de compartir muchos vuelos, algunos de ellos remolcando carteles de publicidad. Estaba nuevito, precioso. El dueño lo había renovado y equipado de primera. Me acerqué emocionado y de alguna manera lo abracé. “Los aviones sienten”, me pareció escuchar de lo alto.

Mi formación fue muy privilegiada desde diversos ángulos, pero en materia aeronáutica no sólo aprendí sino que aprehendí, pues mi padre, Horacio, se preocupó para que incorporara lo que iba compartiendo conmigo. Si quedaron cosas en el camino o no se internalizaron como correspondía fue por mis limitaciones.

Muchas veces, al recorrer aeródromos o recibir noticias sobre lo que sucede en la aviación, pienso que existe una cierta degradación de la “cultura aeronáutica”.

Recibo un video en que un avión embiste a otro porque el piloto se distrajo. Otra foto muestra un Cessna 150 capotado … últimamente son casi frecuentes las imágenes penosas en la aviación. No son los únicos accidentes que toman cámaras ubicuas y debo decir que a veces he visto torpezas que enfurecen.

Hace un tiempo ingresé a las oficinas de una escuela, allí estaban dos muchachos, casi uniformados de piloto de línea, con quienes comencé a dialogar. Les pregunté por el avión que volaban y me respondieron. La conversación se hizo amena y entre párrafos solapé un interrogatorio más amplio. Los jóvenes tenían entre 20 y 25 horas de vuelo, sin embargo, no recordaban la potencia del motor del avión en que recibían instrucción. Había muchas lagunas imprescindibles en su proceso formativo, pero lo más preocupante fue que no tenían una “relación personal” con la aeronave. Parece que nadie les había dicho que “los aviones sienten”.

Estoy seguro de que frecuentemente sobresale lo anormal y que hay muchos aspirantes a piloto o técnico aeronáutico que tienen una gran vocación y se esmeran por aprender todo lo posible sobre las aeronaves y el vuelo. Ojalá sea así, pero por las dudas, les repito para que lo recuerden: “¡Todas las aeronaves (ala fija o rotativa) sienten!”. Es más, son tan nobles que muchas veces disimulan y hasta encubren las torpezas que cometemos.

La aviación puede ser un medio de vida pero me parece que es mucho mejor que sea una forma de vivir que, más allá de lo que sea que finalmente hagamos de nuestras existencias, siga marcándonos.

Por eso, cuando te acerques a una aeronave no seas indiferente y proponete conocerla bien, comenzá por saludarla, expresarle tu respeto –que tal vez irá escalando a aprecio y hasta afecto– antes de hacer el chequeo, sentarte, ponerla en marcha, rodar y elevarte, después de todo hay que reconocer que un ser vivo y fiel se merece eso y mucho más.

 

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4 Comentarios
  1. Carlos Hansen dice

    Excelente nota , muy buen título, por supuesto Los Aviones Sienten !!!

  2. Brea dice

    ¡¡ Excelente !!

  3. Tommy Suarez dice

    Me encantó , “los aviones sienten” , como tu padre Horacio soy de esa misma generación que pensamos de esa manera , ese pensamiento forma parte de la cultura aeronautica en la cual nos hemos formado.

  4. Julio Di Giuseppe dice

    Muy bueno Luis, coincido con tu mirada y he notado lo mismo en muchos pilotos jóvenes. Esa relación personal llevaba incluso a ponerle “nombres” jugando con las letras de su matrícula y hoy veo viejos pilotos que me piden que le busque su primer avión, donde se recibieron de piloto o aquél que le dio muchas satisfacciones demostrando que la relación afectiva esta intacta. Si bien hay algo de nostalgia no es menos cierto que ese sentimiento de unión con las aeronaves los llevaba a cuidarlas, a ser buenos y mejores pilotos. En definitiva, estimado Luis, la enseñanza que la frase dejaba apuntaba también a protegerte a vos y eso es lo mejor que puede dejar un padre, abrazo

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