La decisión política de realizar shutdowns trastornó a gran parte de la economía global y los cierres de fronteras agravaron aún más a la industria de viajes y turismo, lo cual fue –y es– particularmente trágico para las aerolíneas.
Dado que los shutdowns fueron decisiones gubernamentales, fue razonable que los gobiernos acudieran en ayuda de las empresas afectadas. Por eso los estados europeos, entre otros de todo el mundo, acudieron en auxilio de las aerolíneas bajo la vigilante observación y condiciones impuestas por la Comisión Europea.
Fue así que países como Alemania concedieron a Lufthansa concedieron una ayuda condicionada cercana a los 9.000 millones de euros.
El caso alemán es importante porque se trata de una aerolínea que antes de la pandemia mostraba una interesante fortaleza financiera basada en una gestión eficiente.
Hasta ahora Lufthansa utilizó unos 6.840 millones de euros del total de ayuda ofrecida por el gobierno a través del Kreditanstalt für Wiederaufbau (KFW- Banco de Desarrollo del Estado de la República Federal de Alemania), pero lo interesante es cómo ha evolucionado la situación de la compañía hasta el momento.
Lufthansa ha logrado reducir considerablemente la hemorragia de dinero que sufrió hace un año y, aunque el ritmo de control de daños se ha amesetado en las últimas semanas, ha realizado movimientos más que interesantes.
En 2019 la aerolínea tenía en caja unos 1.400 millones de euros y una liquidez estimada en 3.400 millones de la misma moneda; esos números le daban fortaleza en un escenario de operaciones normales, pero no en una situación de interrupción del flujo de caja que demandaba la suma de 830.000 euros por hora, por el freno “en seco” de las operaciones. Así las cosas, Lufthansa perdió más de 800 millones de euros antes que las primeras medidas de ajuste –un recorte de 520 millones al mes– mostraran resultados entre mayo y junio de 2020. Al recorte inicial se le adicionaron otros 200 millones mensuales que, desde entonces, permitieron a la compañía afirmar el rumbo correcto en su intento por superar la crisis exógena.
En el verano europeo se flexibilizaron los bloqueos y se registró una mejora temporaria en las reservas, pero llegó la segunda ola de COVID-19 y todo volvió a enfriarse, sin embargo, para ese entonces la emblemática compañía alemana había logrado apretar los costos otro 15%.
Según informes actualizados, el Grupo Lufthansa necesitaría controlar erogaciones por 300 millones de euros mensuales. Mientras tanto, ha realizado operaciones con bonos con el objeto de reembolsar al KFW unos 1.000 millones de euros del préstamo gubernamental, gracias a paulatina apertura del mercado de deuda en el que obtuvo mejores condiciones de financiación. En otras palabras aprovechó la liquidez artificial que produce la inyección monetaria de los grandes bancos centrales.
Todavía queda mucho por recorrer en medio de la persistente pandemia y la necesidad de cancelar este año deudas por 2.600 millones de euros, lo cual no debería ser problema por el saldo de la ayuda estatal que no utilizó la compañía.
El esfuerzo de Lufthansa merece difundirse porque demuestra el proceso de estabilización en medio de una crisis que no provocó y porque no sólo significa el éxito de un management prudente, sino del esfuerzo colectivo de todos los que hacen a la empresa, incluso aquellos que han dejado de pertenecer a ella. Si bien los sindicatos reclaman mejoras y normalizaciones, tuvieron la visión de acordar cuando todo parecía derrumbarse.
Aún no se puede hablar del futuro, pero sí de un presente que hace un año nadie pronosticaba. Si bien no es posible afirmar que la empresa alemana no será otra víctima del SARS-CoV-2, sus oleadas y el miedo generalizado, sí se puede afirmar que hoy por hoy Lufthansa pisa tierra suficientemente firme para soportar un poco más.