La “Declaración de Toulouse”

Europa acuerda descarbonización • Por Luis Alberto Franco

El planeta azul.

Se podría decir que con la histórica “Declaración de Toulouse” Europa se convierte en la primera región del mundo en llegar a un acuerdo público – privado sobre la descarbonización en la aviación. Al menos eso es lo que anunciaron en un comunicado y con cierta algarabía Airbus, Air France-KLM, ATR, Dassault Aviation, Groupe ADP, Safran y Thales, al dar la bienvenida la declaración que firmaron junto a autoridades e instituciones europeas “para avanzar hacia una aviación sostenible”.

“Damos la bienvenida a los compromisos de la Comisión Europea y los Estados miembros de trabajar con la industria de la aviación europea para lograr la descarbonización del sector para 2050 en consonancia con la hoja de ruta Destino 2050”, dice el comunicado que Airbus hizo llegar a la prensa especializada.

“Continuaremos invirtiendo en la maduración, el desarrollo y la implementación de tecnologías de descarbonización, en particular operaciones, aeronaves y motores de próxima generación, combustibles de aviación sostenibles (SAF) y combustibles sintéticos, y buscaremos instituciones para apoyar el desarrollo y la implementación de innovaciones, especialmente a través de instrumentos probados de asociación de investigación público-privada (como Clean Aviation, SESAR y CORAC), así como políticas de apoyo adecuadas para acelerar la renovación de la flota y la incorporación de SAF en condiciones económicas viables para todas las partes interesadas”.

La Declaración insta a la Comisión Europea a implementar el lanzamiento de alianzas industriales que serán fundamentales para alinear todo el ecosistema en torno a esta ambición conjunta, en particular la Alianza Industrial de la Cadena de Valor de Combustibles Renovables y Bajos en Carbono, la Alianza para la Aviación de Emisiones Cero y la Unión Europea de Materias Primas. La información no especifica cómo debería implementar las alianzas para alinear todo el ecosistema, pero sí mostró el beneplácito empresario por “el llamado a los socios en todo el mundo para trabajar juntos hacia la adopción en la 41º Asamblea de la OACI de una ambiciosa meta a la que se aspira a largo plazo (LTAG) para la aviación internacional”.

Otro punto relevante, aunque también poco preciso, es que el pedido de los firmantes para que los compromisos asumidos por Europa se adopten a nivel mundial y el reclamo para que la Unión Europea garantice “la igualdad de condiciones y evitar cualquier fuga de carbono vinculada a la distorsión de la competencia entre las partes interesadas dentro del ecosistema de la aviación mundial”.

La declaración destaca la voluntad de establecer un mapa europeo que defina los volúmenes de biomasa de depósito disponibles para la producción de SAF, así como las capacidades de producción de combustible sintético. Pide una mejor investigación sobre tecnologías aeronáuticas disruptivas (aeronaves, motores), establecer mecanismos regulatorios para facilitar el reemplazo de aeronaves y buscar iniciativas para optimizar las trayectorias y el consumo de combustible.

Una de las cuestiones más llamativas de lo que sucede con la corriente dominante en materia de cambio climático, que también es el núcleo de la Declaración de Toulouse, es el foco casi exclusivo en la descarbonización excluyendo prácticamente cualquier otra posibilidad como causa de un calentamiento global que se percibe, sin datos concluyentes ni mucho menos, como único en la historia.

En la actual circunstancia climatológica es muy sensato abordar los problemas e intentar afrontarlos, pero no parece muy probable que las medidas que es están tomando logren las metas que se proponen en el tiempo establecido. Además, los costos que se deberán asumir para aproximarse a la descarbonización son altísimos y hasta inabirdables, sobre todo, luego de una costosísima pandemia que se gestionó con frenos y cierres difíciles de cubrir en términos de producción.

La opción de buscar paliativos a los fenómenos climatológicos, como lo está haciendo la biotecnología en la agricultura, por ejemplo, no es muy considerada como medio para cursar un cambio climático que podría no ser dramáticamente terminal sino una circunstancia dentro de ciclos del planeta.

El 2050 está cerca, para entonces la tierra tendrá 10.000 millones de habitantes que demandarán bienes y servicios necesarios para vivir. Las posturas mathusianas que argumentan el fin por la acción humana cobran vida de tanto en tanto y este parece ser un tiempo en que ese modelo de pánico prevalece sobre la viabilidad de ciertas políticas que podrían ser una dilapidación de recursos que no frenen lo que sucederá por la dinámica de un planeta cuya edad se mide en millones de años.

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