Tranquilos. La Argentina tiene su dinámica y lo que pasa en el mundo de bueno o de malo no es significativo para un país voluntariosamente desconectado de él. Pero, atentos, una severa crisis global nunca debe ser subestimada.
El Washington Post advirtió en las últimas horas que la situación de los bancos es grave, y que si tuvieran que liquidar los bonos y préstamos que tienen contabilizados en los balances, su patrimonio se reduciría hasta en un 91 %.
El Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, fue rápido al salir a hacer declaraciones cuando el Silicon Valley Bank (SVB) presentó su grave problema de liquidez, para asegurar que los depósitos estaban garantizados ya que el “sistema bancario es sólido”. Luego la emprendió contra los banqueros y propuso más regulaciones, es decir, más de lo mismo. Son palabras que fueron seguidas por acciones, pero ¿alcanzan las palabras y fueron las acciones correctas?
Lo cierto es que se ha garantizado la asistencia de la Reserva Federal y la Agencia Federal de Seguros de Depósitos, ylo anómalo es que se rescatará tanto a los que contrataron los seguros como a los que no. Todo lo anterior viene condimentado por una formidable caída de las acciones de los bancos, y si bien hay precios de papeles de las empresas de bienes y servicios que están incrementando su valor, se debe a que esos títulos son un refugio inmediato para los inversionistas; pero ojo, el gasto, la inflación, la suba de tasas para contrarrestarla y la crisis bancaria en curso están llevando a los Estados Unidos y el mundo a una recesión cuya profundidad es una incógnita.
Ahora bien, el crecimiento y éxito de SVB se originó en tasas negativas asociadas a una política monetaria “dispendiosa”. Para que se entienda mejor, y por paradójico que luzca, en medio de su auge el SVB cometió un gran error: seguir exactamente los incentivos creados por la política y regulación monetaria de la FED de los Estados Unidos. ¿Qué fue lo que hizo el SVB (y varios más)? Cuando los depósitos en el banco se duplicaron por el auge de las startups tecnológicas, los activos del banco también incrementaron su valor, ante esa situación la conducción de la institución financiera invirtieron un 40 % en bonos del Tesoro e hipotecas (MBS, por su sigla en inglés) a largo plazo que se suponían de “bajo riesgo” y, desde ya, financiaron más emprendimientos tecnológicos de alto riesgo. Lo que evidentemente buscó el banco fue equilibrar el alto riesgo con lo que se consideraba bajo riesgo; sin embargo, cuando la FED elevó la tasa de interés, el diseño financiero comenzó a derrumbarse. Mientras los valores de los emprendimientos tecnológicos se dispararon en medio de una política monetaria “generosa”, el riesgo se trataba de equilibrar con bonos soberanos e hipotecas. Hasta ahí, el banco maniobró según el manual. Pero luego vendría la inflación y la suba de tasas.
El problema se agrava ahora porque, según datos publicados por el Wall Street Journal, 186 bancos tendrían problemas de solvencia similares y asoman otras instituciones financieras fuera de los Estados Unidos con problemas, tal el caso del Credit Suisse. La reacción es que las autoridades buscan rescates privados o acuden a salvatajes públicos para sostener el sistema, pero la realidad está ahí y crece.
El viejo problema de los controles de precios
Tal vez todos sabemos que el control o fijación de precios jamás ha funcionado, pero pensemos por un momento en un precio que es muy sensible: la tasa de interés. Ese precio, que se paga por “alquilar” dinero por un tiempo, es el que primariamente permite el cálculo de las inversiones de largo plazo, por lo que, si es distorsionado, brindará una información errónea al inversor. Para explicarlo mejor, si la tasa es más alta o más baja de lo que el libre mercado establecería, todo cálculo de rentabilidad se verá afectado. La FED ha manejado el precio “tasa de interés” desde hace demasiado tiempo, por lo que las señales que emitía era artificial. Cuando vino la inflación, que la mayoría de los economistas keynesianos, o influidos por el keynesianismo, dijeron Y DICEN que era y es pasajera, la FED escaló la tasa de interés, lo cual era una decisión técnica esperable.
El año pasado, la Reserva Federal subió las tasas al ritmo más rápido en medio siglo. Pasó del 0 %, en marzo 2022, al 4,5 % luego, hace unas pocas semanas aumentó otro 0,75. Lo que hicieron fue necesario para controlar la inflación cuya causa fue la inyección de cientos de miles de millones de dólares para paliar el cierre de la producción como política sanitaria ante la pandemia SARS-CoV-2. Otra decisión política. Esas subas afectaron el precio de los bonos de largo plazo en posesión de los bancos, los cuales cayeron un 20%.
Repasemos: tasas manipuladas, la maquinita y la inyección global de dinero, la consecuente inflación, tasas negativas que luego suben rápidamente y llegamos a donde estamos.
También está el asunto de la reserva fraccional, que es el dinero de los depósitos que deben retener los bancos como reserva. Para los pensadores liberales más estrictos, los encajes del 100 % evitan los ciclos económicos y las corridas bancarias. Otros dirán que semejante medida limita el crecimiento económico severa e innecesariamente. Pero de lo que no hay dudas es que cuando la corrida comienza no hay banco que resista, esa sería la razón de la existencia de un “prestamista de última instancia”, llamado Estado o banca central que tranquiliza a los ahorristas desconfiados.
Los bancos centrales, bancos centrales son, aunque la mayoría tengan controles y funcionen mejor que nuestro BCRA y sean un poco menos permeables a las insensateces de los políticos populistas (nótese que no decimos todos los políticos), su función es sostener la actividad y valor de la moneda. Ahora bien, sus herramientas suelen incentivar prácticas opacas de banqueros que prestan dinero para proyectos rayanos en lo estrafalario , luego, cuando el asunto se complica, tienden a ser contablemente creativos con sus balances tratando de ganar tiempo escamoteando la realidad respecto de su solvencia. Al final del día, el resultado es el mismo: los contribuyentes y ahorristas desprevenidos pagan la cuenta. Es lo que está pasando en este momento y se profundizará.
Según la información que está surgiendo constantemente, hasta el fin de la semana pasada salieron de la Reserva Federal 150.000 millones de dólares en préstamos para los bancos más desesperados. Para tener un parámetro, informamos que en el momento más grave de la crisis de las hipotecas subprime, en 2008, y luego de varios meses, se prestaron 111.000 millones. Ahora, en poco más de una semana se superó holgadamente ese monto. Algunos economistas locales y de todas partes elogiaron la rápida reacción de la Reserva Federal y los bancos centrales de las naciones más grandes porque habría conjurado la crisis, pero eso está por verse.
El escenario que viene será globalmente inflacionario. Se ha aprendido mucho y la verdad es que los bienes y servicios no han desaparecido. El problema es monetario. La inflación, consecuencia de políticas erradas, gastos innecesarios y estímulos amañados es un fenómeno monetario. A futuro algo va a suceder –en realidad está sucediendo– con las monedas.
Es previsible –aunque no justo– que los ahorristas que pusieron el esfuerzo de años en los bancos e inversores en general, sufran por decisiones políticas y los tejemanejes de banqueros rápidos como el rayo o, como decía mi abuelo, “capaces de poner un sobretodo a un mosquito en vuelo”.
Si los gobiernos intervienen más profundamente prolongarán la crisis y agravarán la recesión que habitualmente sincera las variables que a la larga se sincerarán de todas maneras. Eso podría afectar severamente la producción real.
En ARMKT advertimos sobre la suba de tasas para controlar la inflación, dijimos que la salida sería similar a la de Paul Volcker, el desaparecido titular de la Reserva Federal que logró controlar la inflación derivada de los 70 y 80. La decisión era inevitable, pero los datos bancarios se suponían más fidedignos de lo que se ha descubierto ahora. Claro que todos los demás ingredientes de la crisis estaban presentes. Si se abandonara la lucha contra la inflación estaríamos en problemas muy serios, ahora hay que sanear el sistema y eso siempre es doloroso.
En el mientras tanto, el bitcoin y las criptomonedas más serias podrían convertirse en estrellas para los ahorristas y hasta para el comercio internacional, por supuesto el oro y otros refugios tradicionales de valor.
¿Y la aviación?
Es difícil decir cómo esta crisis afectará los negocios aeronáuticos en el mundo. El transporte aéreo y la industria aeronáutica en general se encontraban en plena recuperación si se toma una serie larga que incluya la pandemia, sin embargo la tendencia en las últimas semanas, especialmente en la aviación parte 135 y 91 es a la baja. Los números que estamos tomando en cuenta son los publicados por el sitio web WingX, que basa sus análisis en big data. El último informe señala que en los Estados Unidos –mercado patrón para la aviación y otras actividades productivas– se registra una suba de las tarifas de los vuelos clasificados como 135 y 91, y una caída de la actividad que va del 17 al 9 % respectivamente. Está claro que los datos de un período tan breve no significan demasiado, pero esa merma se dio en febrero cuando aún no había estallado el problema bancario. El calendario es útil.
Para Global Jet Capital, muchos economistas consultados observan que 2023 será recesivo, pero que el resguardo en bienes aeronáuticos tendría un atractivo en tiempos inflacionarios marcados por una gran volatilidad.
En ese sentido, la aviación parte 135 y 91 han mostrado una creciente demanda de clientes de “nuevos” segmentos, lo cual indicaría que esta actividad comercial ha tomado un impulso difícil de detener si se tienen en cuenta indicadores prepandémicos. Además, los informes indican que Brasil e India, entre otros mercados más periféricos, marcan, hasta febrero, un crecimiento sostenido.
Sin lugar a dudas, una crisis con tasas de interés en ascenso y/o inflación afectaría los negocios aeronáuticos, pero esto recién empieza y es prematuro pronosticar la situación de un mercado en particular. Las próximas decisiones monetarias y fiscales en los países centrales serán importantes para pensar el futuro a corto, mediano plazo.