La aviación occidental atrapada

Al comienzo del verano boreal, una demanda explosiva y limitaciones de personal • Por Luis Alberto Franco

ARLINGTON, VIRGINIA - DECEMBER 27: A flight information display system shows departure times at the Ronald Reagan Washington National Airport on December 27, 2021 in Arlington, Virginia. According to media reports, at least 2,600 more flights were canceled Monday amid the surge in coronavirus cases, which have affected the staff within airlines. (Photo by Anna Moneymaker/Getty Images)

“Hemos estado trabajando en nuestros días libres, volando una cantidad récord de horas extras para ayudarle a llegar a su destino”, dice una carta escrita por los pilotos de Delta Air Lines que pide disculpas por la cancelación de vuelos en los Estados Unidos. “Al ritmo actual, para este otoño, nuestros pilotos habrán volado en 2022 más horas extras que en todo 2018 y 2019 juntos (antes del COVID-19), nuestros años más activos hasta la fecha”, agregan los profesionales de la aerolínea. El problema que los lleva a comunicarse con los clientes de la compañía es el volumen de cancelaciones de los últimos tiempos, un fenómeno que se repite en el hemisferio norte, especialmente en Norteamérica y Europa.

 

 

Delta, que internamente enfrenta reclamos de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (ALPA, por sus siglas en inglés) para negociar nuevos contratos y por no haberlos escuchado cuando advertían lo que podría ocurrir si se recortaba el personal durante la pandemia, está en un brete importante ante la demanda explosiva del mercado aunque, es justo señalarlo, es una de las aerolíneas a la que menos se le puede reclamar ya que trató de sostener las dotaciones en medio de la caída de la actividad como consecuencia del SARS-CoV-2.

Más allá de las críticas que exhibe el sindicato, es notable destacar la responsabilidad y el compromiso que muestran: “Los pilotos están orientados a la misión y quieren ofrecer un rendimiento operativo líder en la industria. Hemos tomado cantidades récord de horas extras para ayudar a Delta durante la recuperación”, dice Jason Ambrosi, un dirigente de ALPA a exponer la importancia que le asigna al prestigio de la empresa en la que prestan servicio los asociados.

El personal capacitado para las operaciones en tierra también es escaso.

De parte de Delta también se realizó un pedido de disculpas en un intento por explicar la situación: “Toda nuestra gente, incluidos los pilotos, están trabajando duro para restaurar nuestra aerolínea y cumplir con los clientes mientras salimos de la pandemia. Estamos agradecidos y orgullosos de sus esfuerzos”.

El problema no sólo es con Delta. El secretario de Transporte de Estados Unidos, Pete Buttigieg está bajo una enorme presión del Congreso por 2.700 cancelaciones que complicaron los viajes en el feriado del Día de los Caídos. Buttigieg citó a los ejecutivos de las aerolíneas para intimarlos a cumplir con los cronogramas de vuelos establecidos.

En declaraciones a la prensa el secretario dijo que “… está reclamando a las aerolíneas para que cumplan con los vuelos y contraten más personal”, como siempre, los políticos no se hacen cargo de los cierres y restricciones que impusieron en la pandemia y ahora quieren que todo vuelva a la normalidad en un santiamén. Es cierto que las aerolíneas recibieron subsidios para que se mantuvieran los puestos de trabajo, pero ese esfuerzo, que en definitiva es de los contribuyentes y no de la política, no cubría los déficit que las restricciones impusieron en ciertos lugares y, sobre todo, en los vuelos internacionales.

El problema central que se presenta es el de la falta de personal en todos y cada uno de los eslabones de la gran cadena que permite que los pasajeros lleguen a destino, un inconveniente que definitivamente no es pasajero ni fácil de solucionar.

En Europa sucede lo mismo

En el Viejo Continente las cancelaciones también están a la orden de día. Como en Norteamérica, las causas están interrelacionadas y también se relacionan con el recorte de personal por la pandemia, al menos eso es lo que casi todos señalan.

Es verdad que la reactivación del mercado se concretó más rápido de lo que estimaba a pesar de que no faltaron los que habían pronosticado que la demanda explotaría dada la necesidad acumulada de viajar ni bien se abriera la posibilidad de hacerlo.

La situación actual está mostrando la interdependencia de empresas involucradas en la aviación, las cuales deben actuar coordinadamente ya que el transporte aéreo es todo un ecosistema que sufre si sucede una (o varias) interrupción inesperada.

John Holland-Kaye, CEO del Aeropuerto Heathrow, dijo recientemente: “Es una crisis existencial (…) Sin ingresos y con costos fijos altísimos (…) reconstruir la capacidad sería muy difícil”.

 

 

La reducción de personal durante la pandemia en momentos en que empresas como Lufthansa perdía hasta 1 millón de euros por hora, fue una decisión muy difícil de tomar, pero necesaria, ahora la reconstrucción también es complicada. Casos sobran, una compañía como British Airways recortó casi un 25% de su personal; en materia de aeropuertos, el operador de tierra Swissport, eliminó 20.000 de sus 65.000 trabajadores en todo el mundo. Según informes de una consultora, a fines del año pasado se habían perdido 2,3 millones de empleados en la aviación.

Los datos del gobierno de los Estados Unidos, indican que los puestos de trabajo especializado perdidos en la aviación a septiembre de 2021 fueron 100.000, a pesar de los 50.000 millones de dólares que recibieron las aerolíneas para sostener el empleo.

Semejantes pérdidas en las cabinas de los aviones, en el personal de tierra, la cadena de suministros y los servicios de navegación, por citar a algunos de los eslabones de la cadena, están resultando una pesadilla para responder a la demanda de un mercado que regresa con fuerza.

Para Willie Walsh, director de International Air Transport Association (IATA), la industria sufre los efectos de reglas de viaje gubernamentales divergentes: “Con los gobiernos dando giros de 180º con los cambios de políticas, hubo incertidumbre hasta el último minuto, lo que dejó poco tiempo para reiniciar una industria que estuvo en gran parte inactiva durante dos años. No es de extrañar que estemos viendo retrasos operativos en algunos lugares”.

 

Un sector menos atractivo

Varios analistas detectan que la aviación no estaría despertando el interés laboral que solía luego de dos años de recortes y titulares negativos en los medios. “Muchos de los que eran seducidos por la aviación han cambiado de opinión”, dijo József Váradi, director ejecutivo de la low cost europea Wizz Air. “La gente ha comenzado a buscar otras industrias y sectores para progresar en sus carreras”, agregó Váradi.

Hay empresas que han informado problemas para contratar pilotos bien pagados, sin embargo otros trabajos, particularmente en las tareas que se realizan en tierra en los aeropuertos, son los que más dificultades presentan cuando se necesita cubrir vacantes. La solución más inmediata y razonable que las compañías están implementando es la de mejorar la seguridad laboral, la oferta en materia de salarios y los beneficios. La ley de la oferta y la demanda es la respuesta para equilibrar un mercado.

 

 

Más allá de los despidos

Los recortes de personal no explicarían cabalmente el problema de la aviación actual ya que las cancelaciones no siempre se corresponden con la magnitud de los despidos o retiros de personal que se produjeron durante la pandemia. EasyJet, que en estos días fue muy afectada con cancelaciones, tiene prácticamente la misma dotación que tenía en 2019; Wizz Air espera contar con 6.700 empleados para fines del verano, frente a los 4.000 que tenía antes de la pandemia, pero aún así se ha visto forzada a suspender vuelos. Esto demostraría la incidencia del ecosistema aeronáutico que conforman las cadenas de suministros. “Un viajero está en contacto directo con dos empresas para lograr transportarse, el aeropuerto y la aerolínea, pero un vuelo está atravesado por una maraña de compañías que van desde las empresas que realizan la facturación y despacho de equipajes, a las que proveen la seguridad privada en el aeropuerto, el catering, etcétera”, dice un funcionario de un aeropuerto europeo.

En Estados Unidos los pilotos no dan abasto.

Conflictividad

En medio de estos cambios la conflictividad laboral está en aumento. Al momento de escribirse estas líneas el Aeropuerto de Bruselas está parado por una huelga que afecta a 232 vuelos. En unos días habría paros de los empleados de Ryanair en Portugal e Italia. También habrá medidas de fuerza en España y Francia. Si bien el nivel de demandas laborales está relacionado con los problemas por la falta de empleados y postulantes, se le suma el malestar por el incremento en el costo de vida –especialmente de los alimentos y la energía– debido a la inflación.

 

Pasajes regalados

Algunos pronostican que los tiempos de los pasajes súper baratos no se restaurará pronto y que hay que prepararse para tarifas más altas si se quiere convocar a los trabajadores y volver a la puntualidad perdida, pero la dinámica del mercado es tan cambiante como la situación política y económica del mundo.

En medio de los actuales problemas algo está claro: las soluciones a los actuales desafíos no surgirán de los burócratas ni de las presiones de los legisladores, serán los empresarios quienes aportarán nuevas visiones y combinarán los factores de producción creativamente para que los vuelos vuelvan a ser tan fluidos como lo fueron hasta 2019. Lo único que podría entorpecer las actuales tendencias al crecimiento podría ser la guerra desatada por la invasión rusa a Ucrania, pero eso es otro problema.

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