Hangar o república

Editorial de Aeromarket 172

Un hangar ocasiona trastornos en San Fernando. Las autoridades aeronáuticas no toman ninguna medida. Reproducimos la editorial de nuestro periódico.

En “Rebelión en la Granja”, la genial obra de George Orwell, los animales se revelan y toman el control de un establecimiento con el propósito de instaurar un régimen benévolo. La revuelta es encabezada por los cerdos quienes se convierten en los líderes de todos los animales. Alcanzada la victoria, esto es, derrocado el granjero, se emiten siete leyes una de las cuales señala: “Todos los animales son iguales”. A poco de establecerse en la casa del granjero, los cerdos comienzan a diferenciarse del resto hasta instaurar una verdadera dictadura encabezada por un cerdo de nombre Napoleón, quien va modificando las leyes para beneficiarse. Una vez que Napoleón logra el poder absoluto, reduce todas las normas a aquella séptima que asimismo es modificada para quedar redactada de la siguiente forma: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.”

El recuerdo de la obra viene a cuento de lo ocurrido con un hangar que se construye en un aeropuerto que integra el Sistema Nacional de Aeropuertos.

Según el Notam A838/2012,  en el Aeropuerto Internacional San Fernando la pista ha reducido su extensión y se ha clausurado el tramo del rodaje entre el acceso A y B por la interferencia del campo visual del sector desde la torre de control (TWR). El motivo que genera tal situación es la construcción de un nuevo hangar.

La disposición está afectando la operación de todas las aeronaves que utilizan ese aeropuerto, lo cual motivó que la Sociedad Argentina de Aviación enviara una carta al Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA), que tiene bajo su control al de San Fernando, solicitando respuestas a determinadas preguntas: ¿Quién autorizó la construcción de dicho hangar?, ¿quién es el responsable de fiscalizar su construcción?, ¿quién debería habilitarla? y ¿quién responderá por los perjuicios que sufren los usuarios del aeropuerto?

El ORSNA –según una copia de la nota firmada por el doctor Manuel Baladrón, su presidente– respondió que “En el mes de febrero (el organismo) ha tomado conocimiento de la problemática relacionada con las visuales desde la Torre de Control y en función de ello, se están realizando desde entonces, las tareas de coordinación entre el Concesionario AA2000 S.A. y la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), en la búsqueda de la solución …”, de lo cual se desprende que sí habría existido algún grado de anomalía en la aprobación para la construcción del mencionado hangar.

Va de suyo, que cuando impera cabalmente el estado de derecho, los intereses de un particular no deberían afectar los derechos de un tercero y mucho menos los de todo el conjunto social. Como sabemos, la ANAC emitió el NOTAM de marras, pero la razón del mismo es, como dijimos, la construcción de un hangar particular en una jurisdicción regulada por el ORSNA, ente que debe autorizar los planos de construcción y aprobar los espacios sobre los cuales se realizará la misma. Tanto es así que, hace algunos meses, la construcción de un hangar en ese mismo aeropuerto fue demorada por el organismo durante largo tiempo por razones formales administrativas que no implicaban trastornos operacionales.

Cabe la posibilidad de que la construcción que se está realizando no sea el mero refugio de aeronaves o las instalaciones de un nuevo taller de reparaciones y servicios; ¿tal vez se trate de una cuestión de utilidad pública, como ser un centro de Defensa Civil estratégicamente ubicado a los efectos de resguardar a la población de catástrofes naturales como las del pasado 4 de abril? ¿o acaso sea un centro establecido en precisas coordenadas geodésicas para realizar investigaciones siderales de imposible prosecución desde otro punto del planeta? ¿o será lo que todos suponen, el hangar de algún personaje poderoso cuya voluntad sobrepasa cualquier restricción normativa? Esta última posibilidad, que bien podríamos denominar “el poder de un Napoleón”, como el que imaginó Orwell en su obra, estremecería (una vez más) a cualquier espíritu republicano. Esperemos que no sea así.

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